Despertar de la pesadilla de Peppa Pig


Pero Peppa nunca lo hace. Nunca la condenan por su mal comportamiento. Su crueldad hacia George queda impune. Nadie la llama nunca por sus tonterías, y menos aún sus padres toallitas húmedas. El programa no imparte ninguna crítica moral.

Lo más cerca que está de recibir su merecido son episodios como ‘Whistling’, donde se avergüenza porque todos pueden silbar menos ella, o ‘Bicycles’, donde se avergüenza porque es la única cuya bicicleta todavía tiene estabilizadores. Pero ni siquiera allí aprende ningún tipo de humildad. En el tiempo asignado, cuando el episodio necesita terminar, de repente puede silbar. De repente puede andar en bicicleta sin estabilizadores. No se articula ningún viaje emocional o ético. Al igual que con todos los intentos de dramatismo del programa, los problemas se resuelven de forma predeterminada. No estoy pidiendo la perfecta unidad aristotélica de Peppa Pigpero vamos.

Y en el siguiente episodio, Peppa vuelve a ser la de antes. Burlándose de su hermanito, alardeando de lo buena que es en todo, presumiendo de sus amigos, avergonzando a Daddy Pig (ya llegaremos a Daddy Pig). Ella es un terrible modelo a seguir para los niños. De hecho, no me sorprendería que algunos niños mayores aprendieran de ella algunos hábitos bastante malos con respecto a cómo se trata a un hermano menor.

Pero claro, como todos los niños, Peppa es producto de su entorno. Así que echemos un vistazo a ese entorno.

El feo panorama ético de Daddy Pig

Daddy Pig es lo peor. Un bufón, un fanfarrón, una figura risible. El cliché perfecto del ineficaz padre de la comedia. Un hombre aficionado a declararse «un poco experto» en las cosas y luego demostrar que es, en el mejor de los casos, un aficionado y, en el peor, peligrosamente inepto. ¿Y alguna vez aprende la lección? ¡Por supuesto que no! No es de extrañar que Peppa sea como es.

Pero también debemos sentir cierta simpatía por Papá Cerdo, por muy lamentable que sea, porque su familia, incluida su esposa, lo avergüenza regularmente y alegremente. Esta gordofobia es parte de una desagradable racha reaccionaria que recorre el programa, que en otros lugares se manifiesta como una heteronormatividad agresiva (por ejemplo, un episodio cuyo drama gira en torno a que la camiseta de fútbol blanca de Daddy Pig se vuelve rosa al lavarla, porque un hombre no podría usar una camiseta rosa). jugar al fútbol) y el antiintelectualismo (por ejemplo, en la figura de Edmond Elephant, un niño precoz que es constantemente desestimado –incluso por el narrador, el centro moral nominal del programa– como un ‘zuecos inteligentes’).



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