Disney tiene (o al menos tenía) una situación única en Florida, en gran parte porque emplea a mucha gente en el estado y aporta mucho dinero a la economía local. Disney tiene un distrito fiscal especial que, en esencia, le permite a la empresa gobernarse a sí misma en la tierra que ocupa. Ron DeSantis ha intentado recientemente revertir este acuerdo, que ha estado vigente desde los años 60. El político republicano, que es visto como uno de los favoritos en las elecciones presidenciales de 2024, instaló una junta especial para supervisar las operaciones de Disney a principios de este año, pero Disney básicamente les impidió hacer casi nada.
Entonces, la situación se calentó y se ha vuelto progresivamente fea desde allí, con Disney incluso demandando a DeSantis, diciendo que estaba librando una “campaña implacable para convertir el poder del gobierno en un arma”. Todo esto se remonta al controvertido proyecto de ley «No digas gay» de Florida, que Bob Chapek inicialmente no pudo reprender por completo. Bob Iger, por otro lado, se ha mostrado feliz de compartir públicamente sus críticas, que es la génesis de esta guerra con DeSantis.
En riesgo tanto para Disney como para Florida hay una gran cantidad de dinero. «¿Quiere el estado que invirtamos más, empleemos a más personas y paguemos más impuestos, o no?» Iger dijo en una reciente llamada de ganancias. La implicación es que la compañía está dispuesta a retirarse de más inversiones en Florida. El complejo de oficinas planificado habría empleado a 2.000 personas con muchos trabajos bien remunerados. Disney está poniendo su dinero donde está su boca. La pelota ahora está en la cancha de DeSantis.