Debido a que el musculoso Rambo se había transformado en una figura heroica estadounidense en «Rambo: First Blood Part II», el personaje tenía un gran potencial como juguete. En consecuencia, una oleada de figuras de acción de Rambo equipadas con ametralladoras y otras armas de estilo militar inundaron el mercado. «No podía controlarlo», le dijo Sylvester Stallone al difunto crítico de cine Gene Siskel del Chicago Tribune en el ’86. «Traté de detenerlo, pero no tengo los derechos de licencia».
Stallone le dijo a Siskel que meses antes, durante las vacaciones, le pidieron que regalara un «camión» de estos juguetes de Rambo a niños enfermos en el hospital. ”Les dije: ‘Saquen esto… de la entrada de mi casa y quémenlo. No lo regalen'», dijo. «No es para niños. Se suponía que la película no era para niños pequeños, y no dejaría que mis propios hijos jugaran con esos juguetes». Los juguetes fueron examinados minuciosamente, y Stallone estaba «muy avergonzado» por toda la prueba, ya que sentía que lo culpaban por un efecto secundario en el que él no participó. La experiencia le hizo decidir controlar la comercialización de sus películas en el futuro. Pero los juguetes no fueron el final de su vergüenza.