El incidente de Smalls ocurrió en 1801, una época durante la cual los equipos de dos hombres para el mantenimiento del faro eran prácticamente el estándar. Thomas Howell y Thomas Griffith, de quienes se sabía públicamente que habían discutido antes de ser destinados juntos, tuvieron que dejar de lado sus diferencias y trabajar en equipo por el bien de sus trabajos. Como ambos no se llevaban bien, uno sólo puede suponer cuán tenso debe haber sido este espacio compartido, siendo el aislamiento la única opción en medio de horribles tormentas. Sin embargo, la verdadera tragedia ocurrió cuando Griffith enfermó debido al clima extremo y murió poco después, a pesar de los intentos de Howell de enviar señales de socorro y aplicar primeros auxilios lo mejor que pudo.
Si bien la muerte repentina de Griffith es bastante impactante, las cosas dieron un giro morboso cuando Howell decidió no deshacerse del cuerpo por temor a que lo acusaran de asesinato, ya que su aversión mutua era de conocimiento público. Dejó que el cadáver de Griffith permaneciera dentro de las estrechas habitaciones mientras cumplía con sus deberes durante días y solo decidió fabricar un ataúd improvisado después de que el cuerpo comenzó a descomponerse. Howell arrastró el ataúd afuera y lo apoyó al azar contra el desvencijado edificio, pero después de días de clima extremo, el ataúd cedió, hasta que se pudo ver la mano desprendida del cadáver balanceándose con el viento desde el interior de la cabaña. El trauma del aislamiento, junto con la visión de la mano cortada, llevó a Howell al borde de un colapso mental.
Después de que Howell fuera rescatado, se reintegró a la sociedad como un hombre destrozado y vacío que parecía irreconocible incluso para aquellos más cercanos a él. El conocimiento público del incidente cambió esencialmente la forma en que se ubicaban los equipos de fareros, ya que una nueva política establecía que los grupos consistirían al menos de tres hombres, y nunca de dos.