«El impacto de la guerra en Ucrania es terrible para los bielorrusos»


Las preguntas sobre una posible participación directa de Bielorrusia en la guerra de Ucrania casi lo habrían hecho olvidar: “Mientras tanto, la vida y la represión continúan en Bielorrusia”, advierte Anaïs Marin, relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en este país. En su informe anual presentado el miércoles 26 de octubre a la Asamblea General de la ONU en Nueva York, elabora una evaluación condenatoria de la situación. La represión sin precedentes obligó a miles de nacionales a exiliarse. Registros domiciliarios o de oficinas, detenciones arbitrarias, procesos penales por motivos políticos, amenaza del uso de la fuerza, despidos, presiones psicológicas… El régimen de Alexander Lukashenko utiliza todos los medios para silenciar las voces críticas y empujarlas a marcharse.

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El movimiento comenzó después de su reelección impugnada en agosto de 2020, que desencadenó protestas históricas brutalmente reprimidas. Hoy se ha alcanzado un nuevo nivel: “El poder ya no está sólo en una lógica de represión, sino de venganza contra todos aquellos que han manifestado su disconformidad”afirma a Mundo Anaís Marina. Muestra del clima de terror que reina en el país, todos los testimonios que ha recogido el relator especial tuvieron que ser anonimizados. Una primera.

Purga masiva de la sociedad civil

En 2020, los opositores políticos fueron los primeros objetivos. La represión se extendió entonces a todas las categorías profesionales y todos los grupos sociales: activistas de la sociedad civil, periodistas, defensores de derechos humanos, abogados, miembros del cuerpo médico, docentes, deportistas, artistas o administradores de grupos de chat en Telegram. Durante dos años, el régimen ha estado involucrado en una purga masiva y sistemática de la sociedad civil. Por ejemplo, se han liquidado más de 600 ONG. «Solo hay clubes deportivos, clubes de música u ONG para discapacitados», explica Anaïs Marin. Los miembros de la sociedad civil que se han quedado en el país ahora tienen solo tres opciones: ser leales al gobierno, inactivos o actuar en la clandestinidad. Los otros han huido y continúan operando en el exilio.

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Para lograr sus fines, el régimen también ha endurecido la legislación sobre la lucha contra el terrorismo y el extremismo. Quienes habían sido puestos en prisión administrativa por haber participado en las manifestaciones de 2020 vuelven a estar preocupados, esta vez por procesos penales, al ser acusados ​​de haber organizado estas protestas. Desde el 29 de mayo, la oficina de la líder de la oposición en el exilio, Svetlana Tsikhanovskaya, es considerada una organización criminal y acusada de haber planificado o intentado organizar un acto terrorista en banda organizada, delito punible con la pena de muerte.

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