‘El otro hijo’ de Juan Sebastián Quebrada: una visión matizada del duelo en las clases medias de Colombia, que señala una evolución en el cine colombiano Más popular Lectura obligada Suscríbase a los boletines de variedades Más de nuestras marcas


El panorama cinematográfico colombiano está experimentando una importante evolución. A medida que las plataformas de streaming crecen en el país y las producciones internacionales aprovechan los incentivos fiscales de Colombia, han surgido nuevas vías para que los cineastas se aventuren en territorios inexplorados.

Seleccionada en el concurso Nuevos Directores de San Sebastián, “El otro hijo” de Juan Sebastián Quebrada ejemplifica esta transformación. Sin lugar a dudas, el trabajo de Franco Lolli se ha hecho un hueco para historias centradas en la clase media colombiana; Quebrada explora y amplía aún más estas narrativas, abriendo nuevas áreas de investigación en el cine.

En “El otro hijo”, seguimos la vida de Federico (Miguel González) y su hermano Simón, quienes disfrutan de la adolescencia. La tragedia sobreviene cuando Simon muere prematuramente al caer desde un balcón durante una fiesta. Mientras Federico lidia con esta pérdida, se siente atraído por Laura (Ilona Almansa), la novia de Simón, que busca consuelo en su dolor compartido. En medio de esta agitación emocional, Jenny Navarrete interpreta el papel de una madre afligida. La profundidad y complejidad de su interpretación subrayan la rigurosa atención a la interpretación que informa la película.

La película ha sido realizada por Lolli’s Evidencia Films (Colombia), Geko Films (Francia) y Le Tiro (Argentina), con las ventas a cargo de Spain’s Film Factory.

A medida que “El otro hijo” amplía los horizontes de la narración colombiana, sirve como un faro independiente en la floreciente industria cinematográfica de una nación. Al subrayar un cambio significativo desde las cuestiones sociológicas, su trabajo ilumina la creciente gama de narrativas que profundizan en los ámbitos emocional y psicológico.

Variedad Alcanzó Quebrada.

¿Cómo manejas los cambios de estilos entre películas, especialmente en lo que respecta a ideas preconcebidas y centrándote en las emociones dentro del marco? Hay un claro cambio de estilo entre su largometraje de posgrado ‘Strange Days’ y esta segunda película.

Estuve muy conectado con “Strange Days” como editor, siempre trabajando ante una imagen y siendo consciente del ritmo, el plano, las actuaciones, el movimiento de los personajes en el espacio, etc. Y con esta película sentí que era mucho más. Es importante no venir con ideas preconcebidas. Las ideas a veces obstaculizan la visión. Además, no estaba interesado en señalarle a la gente que Soy rodaje. En primer lugar, quiero confiar en lo que sucede en la toma. No en su composición, ni en sus florituras fílmicas sino en la emoción. Me parecía frívolo afrontarlo desde cualquier otro punto de vista. La energía y la concentración estaban en cómo me estaba acercando emocionalmente a esos personajes y, sobre todo, en cómo un universo fuera de marco podía en muchos momentos hablar con eso, con lo que les estaba sucediendo.

Anteriormente discutimos los desafíos de retratar el dolor en una película y encontrar el tono adecuado. La actuación de Navarrete es un acto de cuerda floja que logra impactar al público. ¿Cómo trabajó con los actores para lograr el tono y la profundidad de emoción deseados?

El tono es muy difícil, y eso implica mucho trabajo, pero también es muy intuitivo. Hay algo evidente en el duelo. Todos sabemos que la gente va a sufrir. Me preguntaba cómo podría expresar esto sin decirle al espectador lo obvio, evitando la autocompasión o una especie de “victimización”. Algunos dolores tienen muchas capas. En el fondo hay una ola que genera angustia y abre otros escenarios cada vez más complejos. Encontrar esos momentos, hacerlos realmente viscerales, fue un trabajo de prueba y error junto con la actriz Jenny. Tener ese tipo de improvisación y tiempo para trabajar en escena también cambió nuestra forma de filmar, que de alguna manera siempre permaneció muy indie.

Aunque esta película trata principalmente del duelo y las consecuencias inesperadas de la muerte, en todas tus películas hay una vena de erotismo, y en cada una lo abordas desde diferentes perspectivas. ¿Podrías comentar?

Es muy interesante porque la sexualidad en realidad representa gran parte de la psique humana, ¿verdad? Hay muchas cosas que persisten entre estas relaciones afectivas, muchos tipos de tensiones se construyen en una relación emocional y para mí la sexualidad atraviesa todos estos niveles. Surge de un absoluto de la vida, no simplemente de la vida cotidiana, sino de su psicología más profunda, en el inconsciente. Algunas partes del cine latinoamericano lo abordan como un concepto abyecto. Como si fuera un terreno donde uno no quiere estar. Es curioso. No trato de encontrarlo necesariamente en todo, pero trato de mirar cómo revela algún estado, ya sea psicológico o emocional. Definitivamente, en esta película es tanto un comienzo como un final, por lo que nos concentramos en encontrar el contraste entre las dos escenas.

Un segundo largometraje siempre presenta un desafío para cualquier director, especialmente si su primera película fue un éxito. ¿Qué piensas sobre esto?

Veo cómo muchos directores se lanzan al cine, lo hacen de forma muy espontánea y luego se dejan contaminar por los festivales. Se siente como si filmaran para ser vistos en los festivales y lo que creen que los festivales quieren ver. Esta será considerada una película un tanto burguesa que va en contra de lo que se espera de una película colombiana aunque tenga un claro subtexto social. Eso no me molesta. Los festivales europeos esperan que siempre estemos haciendo sociología, como si los colombianos sólo tuviéramos problemas sociales, no psicológicos. Y ese es un espacio que realmente me gustaría investigar más a fondo.

Juan Sebastián Quebrada y Franco Lolli
Cortesía de Fábrica de Películas



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