Desde que «Fast Five» presentó adecuadamente al equipo tal como lo conocemos, con algunas nuevas incorporaciones en las secuelas que siguieron, cada miembro siempre ha sido tan útil e integral para el equipo como cualquier otra persona, incluidos Brian o Dom. Claro, esos dos siempre fueron los líderes, pero los otros aún eran esenciales, pero no en esta película.
En «Fast X», los personajes deambulan sin rumbo fijo, Han es drogado por Pete Davidson por alguna estúpida razón que nunca llega a ninguna parte, y tiene su encuentro profetizado con Deckard Shaw, donde no hace nada. Porque, en caso de que lo hayas olvidado, no necesita hacerlo, ya que Shaw realmente no lo mató ni lo lastimó en absoluto.
El que obtiene la mayor prominencia en la trama es Roman, e incluso entonces es principalmente una broma de una sola nota sobre cómo se equivoca mucho, pero aún así tiene buenas habilidades de liderazgo. El caso es que esto no es nada nuevo, ya que hemos visto a Roman aportar grandes ideas durante años, además de mostrar liderazgo y carisma, todo ello siendo el saco de boxeo del equipo y bromeando mucho.
«Fast X» muestra que el equipo solo funciona cuando están juntos. Separados, en realidad no son personajes, son arquetipos. Esto está bien cuando trabajan juntos, ya que las bromas y las emociones ocultan la superficialidad de los personajes, pero cuando están separados, las grietas comienzan a mostrarse. Las películas de «Rápidos y Furiosos» tratan sobre un equipo, una familia. Su fuerza juntos es una gran parte de por qué la secuencia de acción en Roma al principio de «Fast X» es genial, porque los muestra trabajando juntos. Sin embargo, después de que se separan entre sí, la película pierde fuelle.
Incluso si la próxima película revela que los miembros aparentemente muertos de la familia en realidad no murieron en «Fast X», un elemento básico de la franquicia, no hay vuelta atrás en esta película. No se puede volver a poner al genio en la botella. «Fast X» hizo lo imperdonable.