Estados Unidos tiene sus ojos, y satélites, en la situación militar en Ucrania. Desde noviembre, Joe Biden ha indicado claramente, en numerosas ocasiones, que el ejército estadounidense no se implicaría directamente en los combates contra Rusia, so pena de una escalada entre potencias nucleares de imprevisibles consecuencias. Pero por todo eso, Washington no permanece inactivo.
En un comunicado emitido el 26 de febrero, el Departamento de Defensa confirmó la extensión del esfuerzo de asistencia a las fuerzas ucranianas. Se ha agregado una dotación de 350 millones de dólares, para entregar en particular armas pequeñas y municiones, así como protecciones. El importe total de la ayuda a la seguridad aprobada por Washington asciende, por tanto, a mil millones de dólares en un año, un tercio de los cuales en misiles antitanques y antiaéreos. En las últimas semanas, las autoridades estadounidenses han insistido con frecuencia en la suma pagada desde 2014, para mostrar el excepcional esfuerzo realizado: 2.700 millones de dólares en ocho años.
Sin embargo, debemos resistir la fascinación de los números. El ejemplo de Afganistán nos anima a desconfiar de la publicidad. La ayuda militar total de EE. UU. a Kabul se estimó en $ 73 mil millones entre 2001 y 2020, un promedio de $ 3,8 mil millones por año. Ello no impidió la marcha acelerada de las fuerzas afganas ante la progresión de los talibanes, en verano de 2021. No es menos cierto que el constante apoyo desde 2014 de Estados Unidos tiene una dimensión tan política como operativa. Fue percibido en Moscú como una ilustración adicional del deseo occidental de arrancar a Ucrania de su zona de influencia.. «Estados Unidos sigue comprometido a ayudar a Ucrania a promover sus aspiraciones euroatlánticas en apoyo de una Ucrania segura, próspera, democrática y libre».escribe la Oficina de Asuntos Políticos y Militares, en el sitio web del Departamento de Estado, el 20 de enero.
Entregas muy ligeras
Es imposible detallar el papel que jugó el apoyo estadounidense en la feroz resistencia de los ucranianos contra la ofensiva rusa, especialmente en términos de inteligencia técnica, para frenarla lo más posible. Sobre todo porque otros factores son decisivos: la movilización inédita y sacrificial de civiles, las incoherencias y los cuestionamientos sobre la moral de las tropas rusas… Pero el contraste con la derrota observada en 2014 es evidente.
En los albores de este fatídico año, hace ocho años, el ejército ucraniano se las arreglaba sobre la base de su herencia soviética. Sus tropas contaban con unos pocos miles de hombres, carecía de fondos suficientes y su organización era inadecuada. La anexión de Crimea por parte de Rusia y su desestabilización de Donbass, a través de los separatistas dirigidos por Moscú, diezmaron luego a este ejército ucraniano. Perdió el 70% de su flota y gran parte de su capacidad aérea. Tuvimos que reconstruir, modernizar, entrenar. Para esto, Ucrania recurrió a la OTAN y los Estados Unidos.
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