«La ceguera paranoica del ayatolá Jamenei explica la ferocidad de la represión en Irán»


yoEran sólo unas pocas decenas, el 8 de enero, para manifestarse frente a la Embajada de Francia en Teherán, en protesta contra la publicación de charliehebdo caricaturas del ayatolá Khamenei. No fueron más numerosos para reunirse, al mismo tiempo, en el pueblo de Qom, sin embargo sede de los principales seminarios religiosos del país. El fracaso de esta movilización tan espontánea, a pesar del compromiso de las distintas policías políticas, es solo una ilustración más de la creciente impopularidad del hombre que sucedió al ayatolá Jomeini en 1989 como Guía Supremo de la República Islámica de Irán.

A modo de comparación, en enero de 1978, la difusión de calumnias contra Jomeini por parte de los servicios del Sha había bastado para lanzar multitudes a las calles. La escalada de represión y protesta llevó al soberano a abandonar Irán un año después, suplantándole poco después Jomeini al frente de la primera “revolución islámica” de la historia.

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Un ayatolá basura

Es un nuevo tipo de teocracia la que establece Jomeini al colocar en el corazón de la Constitución de su «República Islámica» el principio de velayat-e faqih, el “gobierno del juez religioso”. El Presidente de la República y del Parlamento puede ser elegido, pero es el Guía Supremo, título que nadie se atreve a cuestionar Jomeini, quien tiene la última palabra en todos los asuntos de importancia. El ayatolá triunfante pone todo su prestigio en «referencia de imitación» (marja-e taqlid), un título que los chiítas leales reconocen solo a un puñado de “grandes ayatolás”.

Pero los compañeros de Khomeini rechazan tal instrumentalización política de la religión y se oponen al principio mismo de velayat-e faqih. Por eso Jomeini, incapaz de entregar el poder a un ayatolá de su rango, eligió como sucesor suyo, en vísperas de su muerte en 1989, a su fiel Alí Jamenei, un clérigo que ni siquiera había alcanzado el rango de ayatolá. la élite de los «grandes ayatolás» tiene poca estima.

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La República Islámica de Irán superó así el calvario de la desaparición de su fundador privilegiando la lealtad política, encarnada por Khamenei, en lugar del carisma religioso. Promovido ayatolá bajo condiciones cuestionables, el nuevo Guía Supremo tiene cuidado de no reclamar el título de «referencia de imitación». Recién en 1994 afirmó ser tal referencia, pero solo para los chiítas residentes fuera de Irán, por temor a despertar la ira de los fieles que viven en el mismo territorio de la República Islámica.

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