Tras una inspección a nivel de superficie, Arvel Skeen no es el típico héroe de la Rebelión. Como Cassian descubre, fue encarcelado al menos dos veces por el Imperio, y sus reflejos rápidos, así como su afinidad casual por las armas, demuestran que es más que capaz de quitar una vida. Skeen no pretende ser nada más que lo que es: un hombre que ha vivido bajo el yugo del Imperio, un hombre que lo ha perdido todo y está más que dispuesto a vengarse. Eso último, al menos, lo intuye Cassian, pero Skeen no lo niega. Sin embargo, no es hasta mucho más tarde que Skeen revela exactamente por qué se está vengando.
Skeen se disculpa con Cassian ofreciéndole la parte más dolorosa de su pasado. Como tantos de los que el Imperio se ha aprovechado, el hermano de Skeen, un granjero, perdió su tierra en una inundación orquestada por un prefecto imperial codicioso. «No podía soportarlo», le dice Skeen a Cassian, así que salió en un bote y «llenó sus bolsillos con piedras».
Skeen admite que «siempre» ha odiado al Imperio, pero después del suicidio de su hermano, y, seguramente, después de años de subyugación imperial, ya ni siquiera puede describir completamente sus sentimientos. Su disculpa establece cuán real se ha vuelto la lucha para él: todo lo que tiene depende del éxito de esta misión, y cualquier sospecha o animosidad que sienta hacia Cassian es una manifestación de su compromiso, su angustia y su desesperación. Por supuesto, nada de eso se dice directamente en «The Axe Forgets», pero gracias a la actuación discreta (y desgarradora) de Moss-Bachrach, no es nada difícil de entender.