La estrategia de Marine Le Pen para encarnar la «alternancia»


¿Qué pasa cuando alcanzas una meta trazada desde hace casi veinte años? ¿Debemos continuar a riesgo de estancarnos o abrir una nueva etapa que inevitablemente implica riesgos? Este es todo el problema de Marine Le Pen. Al final de la secuencia electoral de 2022 -presidencial y luego legislativa-, su partido, el Rally Nacional (RN), y ella misma nunca habían sido tan fuertes. El candidato ultraderechista reunió así el 41,45% de los votos (13.288.686 votos) en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Eso es alrededor de 2,6 millones de votos más que cinco años antes, en 2017.

Otro récord: 89 diputados de RN fueron electos a la Asamblea Nacional, a pesar de un sistema de votación diseñado para evitar tal resultado. Jamas visto. Conscientes de esta ocasión histórica, los diputados lepenistas juegan la carta de los opositores “modelo” en el Palais-Bourbon. Algunas exclamaciones en la Cámara (pero no demasiadas), algunos exabruptos (pero no demasiados) y, muy a menudo, votaciones con la mayoría presidencial, en cuanto al proyecto de ley del poder adquisitivo.

Prefiriendo razonar en términos de alternancia en lugar de alternativas, Marine Le Pen explica al Mundo que en realidad se trata de dar una imagen de funcionarios electos capaces, mañana, de gobernar: “Mi objetivo no es derrocar al gobierno, es reemplazarlo. » Ella continúa: “La RN está pensada para volverse alterna. Somos capaces de hacerlo. »

Esta creencia se remonta a un largo camino. Durante casi dos décadas, de hecho, la ex abogada ha estado impulsando su estrategia de satanización. Ya en 2006, en su libro contra las olas (Grancher), creía que un partido que planea adquirir una cultura de gobierno no podía tolerar en sus filas «zozos» Dónde «Nostálgicos con botas y cascos, porras en mano». En definitiva, para ella se trataba de sacar al Frente Nacional (FN, antepasado de RN) de lo que llamaba “su túnica de Belcebú”. Entiéndase: su imagen sulfurosa debida, entre otras cosas, a los exabruptos racistas y/o antisemitas de varios líderes, en particular de su padre, Jean-Marie Le Pen, entonces presidente del Frente.

Desmonización por poder

Un poco más tarde, en 2011, cuando Myo Le Pen asumió el liderazgo de la FN, explicó su lugarteniente Louis Aliot (ahora alcalde de Perpignan de RN): “Poco a poco, llegará. Estamos al comienzo de un proceso lento. Debemos recordar veinte años de demonización. La gente se está acostumbrando a votar por nosotros. Muchos de nuestros votantes nunca volverán a su familia política original. [La droite] tiene un problema serio. Son víctimas de su inacción. Y la naturaleza aborrece el vacío. » Marine Le Pen luego resumió: “Todavía necesitamos algunos empujones, algunos golpes en el hombro” que el sistema se derrumbe.

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