la historia de un exilio sin fin


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Fue en Taktser, un pueblo remoto en la frontera tibetana, durante el año 1937. Ese día, en una modesta granja de piedra y barro, un niño pequeño se apoderó de objetos rituales que le obsequiaron los grandes lamas de Lhasa, la capital: » Me pertenece ! Me pertenece ! », exclama. Estos objetos pertenecieron a los 13mi Dalai Lama, que murió cuatro años antes. El niño de 2 años se llama Lhamo Dhondup y pronto será identificado como el tulkou (reencarnación) de su difunto predecesor. Mientras el espectro de una nueva guerra mundial acecha en otras partes del planeta, el reino de las Nieves, este Tíbet aún envuelto en misterio y casi aislado del mundo exterior, acaba de encontrar su nuevo guía espiritual.

Heredero de una línea que se remonta al año 1391, el niño tuvo un comienzo demasiado clásico para un joven Dalai Lama: no solo, si hemos de creer en la «narrativa» tibetana en vigor, identificó cosas que ‘él no tiene por qué haberlo visto ya, pero reacciona en la lengua de Lhasa, que no podía conocer, siendo muy distinta la lengua tibetana que hablaban sus padres en esta lejana provincia de Amdo… Como durante las «misiones» organizadas para siglos para encontrar malhumorado de los anteriores Dalai Lamas, este tipo de señales prueban claramente, a los ojos de los tibetanos, que se ha encontrado un nuevo «océano de sabiduría». Lhamo Dhondup, la acertadamente nombrada “diosa auspiciosa” en su nacimiento, se convirtió así en Tenzin Gyatso, su apellido como Dalai Lama, 14mi por nombre.

En 1939, el primer viaje a Lhasa de este niño, transportado en un palanquín tirado por dos mulas a través de los suntuosos paisajes de las tierras altas, inaugura sin embargo un destino nada menos que extraordinario. Porque, a partir de 1950, la invasión china sacudirá el calendario político del joven, que normalmente debería haber esperado a la mayoría de edad para asumir su condición de líder temporal. Mientras la bandera roja ondea ya sobre las regiones orientales del Tíbet, la Kashag (gobierno) decide poner fin a la actual regencia y encomendar las riendas país a un chico de 15 años. Su muy joven Santidad acaba de ser, de mala gana, precipitado en la historia.

verdadera barrera protectora

Ahora, con 88 años –nació el 6 de julio de 1935–, el “Precioso Protector” vive en Dharamasala, India, donde ha estado exiliado durante más de seis décadas tras huir del Tíbet. Durante todo este tiempo, nunca se ha negado la veneración de la que fue objeto por parte de cerca de 7 millones de tibetanos, incluidos unos 130.000 repartidos por los cinco continentes: la «Presencia» (kundaun), como también la llaman sus seguidores, sigue siendo objeto de un culto como ningún otro. Como líder espiritual, supervisa las cuatro grandes escuelas del budismo tibetano: la secta Gelugpa, a la que pertenece, la escuela más reciente, llamada «reformada» (XIVmi siglo) ; la de los Nyingmapa, los “ancianos” ; la del Sakyapa, que favorece las prácticas meditativas; y finalmente la de Kagyupa, la escuela de “transmisión oral”.

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