Lionel Jospin: «Mi concepción de unión no es la de una locomotora frente a vagones»


El ex presidente del Gobierno (1997-2002), aunque favorable al planteamiento unitario de la izquierda, apoyó a Lamia El Aaraje, candidata socialista no retenida en el acuerdo de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), durante la campaña electoral legislativa en París. Un pas de deux que ilustra su análisis de esta crisis política sin precedentes y las condiciones de viabilidad de la unión de la izquierda.

¿Cuál es su opinión sobre estas elecciones legislativas?

Los franceses crearon la sorpresa. Por primera vez desde que se aprobó el mandato de cinco años, no le dieron al presidente electo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Esto prueba de paso que, contrariamente a lo que se viene repitiendo desde hace años, la elección legislativa convocada tras la elección presidencial no está destinada a ser una simple votación de ratificación.

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Esta última elección es un cambio de juego. El presidente saliente subestimó el rechazo a su política. Descuidó la campaña legislativa y, al enfocarla en el rechazo de los que llamó extremos, los valorizó. El vacío del partido presidencial hizo el resto. El gobierno ahora solo tiene una mayoría relativa.

¿Será entonces posible gobernar?

Francia debe ser gobernada. Los franceses lo esperan y el interés del país lo exige. Todos los actores institucionales y políticos tendrán que adaptarse, por tanto, a esta nueva situación: el Gobierno, su mayoría –relativa–, los partidos de oposición… y el presidente.

¿Emmanuel Macron ha iniciado este ajuste? ¿Qué le pareció su intervención, el miércoles 22 de junio, que le dio un ultimátum a la oposición para posicionarse? ¿Es un fallo político?

Digamos que el interdicto no va muy bien con el espíritu de diálogo. El presidente debe admitir que el 19 de junio [second tour des législatives] parte del poder, lo que afecta el desarrollo de la ley, se ha deslizado del Elíseo al Palais-Bourbon. También debe admitir que ya no fijará todos los ritmos del tiempo.

Pero, ¿qué pasa entonces con Júpiter?

Emmanuel Macron nos dijo que él también sería Vulcano, el herrero. Pero, si se trata de forjar compromisos parlamentarios, ese papel le conviene más al gobierno, cuyos ministros acuden a las Asambleas todas las semanas, que al presidente, que, por tradición, no acude a ellas. La paradoja de Emmanuel Macron es que, al no ser reelegible, se vuelve más libre en una situación más constreñida. Es inteligente, hábil, pero muy seguro de sí mismo. Depende de él elegir lo que espera hacer con su segundo mandato.

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