Los europeos acuerdan una reforma del mercado eléctrico


No se sabe qué se dijeron el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente francés Emmanuel Macron durante su reunión en Hamburgo los días 9 y 10 de octubre. Pero sus intercambios parecen haber permitido desbloquear un expediente en el que, durante meses, Berlín y París se enfrentaron sin ninguna perspectiva de compromiso: hace apenas diez días, la reforma del mercado europeo de la electricidad parecía, de hecho, bien mal empezado, París y Berlín divergieron mucho. “Alemania vio que estaba en minoría”confía un diplomático europeo.

Aún así, el martes 17 de octubre, los ministros europeos de energía, reunidos en Luxemburgo, alcanzaron un acuerdo sobre este texto, que pretende limitar la volatilidad de los precios y fomentar las inversiones en energías descarbonizadas.

“Es una victoria francesa”, insiste el Elíseo. Es cierto que Francia –pero también España– lleva dos años pidiendo reformas para permitir que los hogares y las empresas se beneficien de los costes de producción relativamente bajos que pueden ofrecer la energía nuclear o las energías renovables.

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Otros países, encabezados por Alemania, mucho más dependientes del gas, no quisieron alterar mecanismos bien establecidos que garantizaban la seguridad del suministro. Pero la guerra en Ucrania y el regreso de la inflación en el Viejo Continente han movido el cursor. La necesidad de responder a la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos, que proporciona 369.000 millones de dólares (350.000 millones de euros) en subsidios para la industria verde y amplía la brecha de competitividad entre las empresas estadounidenses y europeas, también ha dado lugar a argumentos a favor de la reforma.

El 14 de marzo, la Comisión Europea acabó haciendo una propuesta, que sirvió de base para el texto que los Veintisiete acaban de adoptar casi por unanimidad (sólo Hungría se abstuvo).

Largos meses de batalla

Esto no afecta al funcionamiento del mercado, que está altamente interconectado, lo que permite responder a los picos de demanda en todo el continente sin perturbaciones del suministro. Siempre es la última central eléctrica llamada a responder al consumo, normalmente una central de gas, la que determina el precio de la electricidad. Pero los Veintisiete fomentan ahora el uso de contratos a largo plazo entre, por un lado, los productores de energía baja en carbono y, por el otro, los industriales o el Estado. La clave son los precios fijados por adelantado, que permiten a los consumidores suavizar sus gastos y ofrecer a los proveedores ingresos predecibles.

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