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En las películas, los primeros planos de un automóvil, una cerveza o una barra de chocolate rara vez forman parte del guión. Estas imágenes, que en ningún caso son neutras, permiten a las marcas despertar al consumidor que está detrás del espectador, a cambio de ayudas económicas para la producción cinematográfica. En la jerga, esto se llama “colocación de productos”, una práctica que ahora es común. Más virtuosa, aunque aún en pañales, la “causalización” pretende ahora corregir el prisma distorsionador de los profesionales del séptimo arte, quienes, a pesar de su retórica, no siempre son campeones de la diversidad.
Los hechos son obstinados. Los cabezas de cartel son en su mayoría blancos y hombres, recordó, en 2021, el estudio “Cinequalities” del Colectivo 50/50, que hace campaña por la paridad y la diversidad en el cine. La encuesta contabilizó solo el 40% de mujeres en las 115 películas francesas estrenadas en 2019, y apenas el 22% de personajes considerados «no blancos».
Otro índice de la brecha entre la ficción y la realidad, más de la mitad de los personajes son ejecutivos, mientras que apenas el 18% de los trabajadores en Francia entran en esta categoría socioprofesional. Y es que, según un informe publicado en 2021 por la Autoridad Reguladora de las Comunicaciones Audiovisuales y Digitales, apenas el 0,8% de los personajes en pantalla están discapacitados, muy por debajo de la proporción de personas con discapacidad en la sociedad (alrededor del 20%).
Observando que las mujeres todavía se reducen a papeles de potiche y que la única persona negra en un elenco suscribe el personaje del narcotraficante, Olivier Saby fundó, en 2019, con cuatro asociados, voluntarios como él, Impact Film, una estructura de inversión en películas. “que hacen más que cine”. En 2020, el alto funcionario cinéfilo lanzó el Observatoire des images, con el fin de promover una comunidad de profesionales que intentan mover las líneas.
Crear conciencia
Nada predispuso a este hombre multidiplomado de 40 años a posar como un defensor de la diversidad. Teniendo antepasados de Saint-Etienne y Suiza, «sin el menor rastro de mestizaje», reconoce, Olivier Saby pasó por los banquillos de Sciences Po y ENA, dos máquinas de reproducción social. Tanto sus orígenes como su trayectoria lo han preservado de las miradas condescendientes, de las frasecitas hirientes, del desánimo. “Pero siempre me pregunté qué papel podría desempeñar a mi alrededor”asegura.
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