Pesadillas: nuevas terapias para controlarlas mejor


Esta es la historia de un viaje que terminará muy mal. Un joven se sube a un avión, pero no tiene ventanillas ni cabina. Se sienta en la parte de atrás, pero no se abrocha el cinturón de seguridad. El avión, en el que también van miembros de su familia y su novia, despega en medio del pueblo, casi chocando contra un edificio. Se sobrevuela un desierto, luego un campo de entrenamiento del Paris Saint-Germain. El joven entra en pánico, se desliza al vacío, se aferra a la cabina, pero arrastra el avión y los pasajeros con él. El avión se estrella. El soñador se despierta. ¿Hay alguna muerte? Adrien de Stabenrath, quien nos contó sobre este sueño, no sabe nada al respecto. Este sueño es una de tantas pesadillas que han poblado sus noches durante once años.

Si bien imaginamos, una vez en los brazos de Morfeo, tener hermosos sueños, no es así. “Dos tercios de nuestros sueños son desagradables y todos los tenemos”, establece Isabelle Arnulf, profesora de neurología, jefa del departamento de patologías del sueño del hospital Pitié-Salpêtrière (AP-HP). También llamados “sueños disfóricos”, pueden dejarnos una sensación desagradable por la mañana. Pero estos malos sueños pueden tener una función terapéutica: nos permitirían simular amenazas para afrontarlas mejor durante el día, retomar los acontecimientos cotidianos, reelaborarlos y digerir nuestros recuerdos emocionales negativos.

Cuando este mal sueño nos despierta, es una pesadilla. Alrededor del 35% de nosotros lo hacemos ocasionalmente. Aparecen durante las fases del sueño REM, un período durante el cual la actividad cerebral se aproxima a la fase de vigilia. Sin embargo, es imposible detectarlos durante una polisomnografía, un examen médico que estudia la arquitectura del sueño en términos fisiológicos.

Repercusiones nocturnas y diurnas

Desprovista de una firma biológica, la pesadilla ha fascinado durante siglos, ha sido examinada por el psicoanálisis y ahora por la neurociencia. Según el modelo de Nielsen y Levin (2007), dos neurocientíficos canadienses, las pesadillas se producen por una disfunción del procesamiento ejecutivo y emocional (corteza prefrontal mediana) durante el sueño REM. “En caso de vivencias traumáticas, adversidades en la infancia… las emociones no se integran y despiertan al durmiente: hay entonces una pesadilla y por tanto fracaso del proceso de regulación emocional y desensibilización de las emociones disfóricas”explica Charlotte Chaumereuil, neuropsicóloga de Pitié-Salpêtrière. “La corteza prefrontal, asiento de la razón, y la corteza cingulada anterior, sensor de las reacciones corporales ante el estrés, la tensión y la ansiedad, regulan la actividad de la amígdalaexplica Benjamin Putois, investigador en ciencias cognitivas, en su libro Manual de curación de pesadillas (Las Arenas, 2020). Las pesadillas aparecen cuando estas cargas afectivas son demasiado altas y la corteza prefrontal no realiza este trabajo regulador. »

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