La justicia británica había autorizado al hospital a mediados de julio a poner fin a los tratamientos que mantenían con vida a Archie Battersbee. La familia estaba en contra. Sin embargo, ya pesar de una batalla legal, sus padres, Hollie Dance y Paul Battersbee, apoyados por una organización cristiana, tuvieron que resolver dejar morir a su hijo.
La pareja había emprendido acciones legales finales en el Reino Unido y en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) para que su hijo fuera dado de alta del Royal London Hospital en Whitechapel, al este de Londres. El objetivo era trasladarlo a un centro de cuidados paliativos para interrumpir la atención, pero fue en vano. «Teniendo en cuenta los deseos de la familia y sus motivaciones, el equipamiento de la residencia, lo que hubiera querido Archie, los riesgos de un traslado y su salud cada vez más frágil, (…) creo que ‘le interesa permanecer en el hospital para el cese del tratamiento’dijo el viernes el juez del Tribunal Superior de Londres.