una batalla explosiva entre nacionalismo, cabildeo y amenazas


A, B, C, D, E: cinco letras expuestas en productos alimenticios, acusadas de discriminar productos de excelencia, de destruir tradiciones milenarias, de atentar contra la identidad de un país, Italia… Sin miedo a los excesos y excesos, el país transalpino está al frente de la batalla contra Nutri-score, el logo nutricional adoptado por su vecino francés y otros países europeos. Una lucha que se viene gestando desde hace varios años, mezclando intereses económicos defendidos por grupos de presión, asfixia del debate y amenazas personales.

La chispa se encendió en mayo de 2020, cuando la Comisión Europea presentó su estrategia De la granja a la mesa para una alimentación sana y sostenible, en la que se destaca el principio de un etiquetado nutricional común a todos los Estados miembros de la Unión Europea (UE). Un problema importante en un momento en que el 53 % de la población europea tiene sobrepeso, el 22 % padece obesidad y Europa está experimentando una explosión de enfermedades crónicas relacionadas con los alimentos. El ejecutivo comunitario iba a hacer una propuesta legislativa antes de que acabara 2022, pero ante la revuelta de algunos de los estados miembros se guarda las cartas, y explica que está ultimando el estudio de impacto antes de decidir.

En todos los países que han implementado logotipos de nutrición en el frente de sus alimentos: el sistema de semáforos en el Reino Unido, los logotipos de advertencia en negro adoptados en partes de América Latina, el Nutri-score en Francia, etc. –, estos han despertado el clamor de los industriales. La implantación del etiquetado a escala europea no es una excepción a la regla, con la diferencia de que la búsqueda de consenso entre los Veintisiete se convierte en una batalla diplomática.

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Hasta este verano, Nutri-score parecía tener una ventaja sobre los otros logotipos probados en Europa (el «candado verde» en los países nórdicos, el «Nutrinform» durante un tiempo impulsado por Italia, antes de ser abandonado). Este sistema, que asigna una calificación de la A a la E y un color del verde al rojo, según la composición de los productos, ha sido adoptado por siete países europeos: es conocido por los consumidores, validado por un centenar de estudios publicados en revistas pares -científicos revisados, aclamados por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer…

Un sistema “absurdo”

Su adopción en Francia, en 2017, como etiquetado oficial (pero no obligatorio), había sido ferozmente rechazada, pero poco a poco, el Nutri-score se impuso en el sector agroalimentario. Más de 400 empresas se han comprometido a mostrarlo, lo que representa más de la mitad de los volúmenes de ventas. El logo también se ha difundido en Europa con la adhesión de los países del Benelux, Alemania, España y Suiza, adquiriendo un comité de gobierno político así como un consejo científico independiente.

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