The Quantum Realm es un paisaje subatómico psicodélico que sí, es un ejemplo máximo de tonterías del entorno CGI, pero una vez que superas el hecho de que cada uno de estos actores solo está emocionándose ante una pantalla verde, puedes apreciar todas las formas en que este micro-verso es una sociedad desarrollada. Debajo del mundo de las moléculas y los átomos, y mucho más allá de las leyes de la física, hay una flora y una fauna vibrantes, con deslumbrantes paisajes urbanos y extrañas criaturas humanoides. Y para ser sincero, ver a nuestros héroes en miniatura correr por ese mundo subatómico es como estar en un viaje con ácido.
Se te perdonará que olvides a la mitad de «Quantumania» que esta no es la típica aventura de ciencia ficción. Que no te engañen las criaturas extraterrestres o la clara influencia de «Star Wars»: no estamos en el espacio. ¡La realidad es mucho más extraña que eso! En el espacio, Hank Pym (Michael Douglas) simplemente pondría en práctica su experiencia científica, tratando de descubrir el funcionamiento interno de una nave alienígena. En cambio, puede meter las manos en el pegajoso sistema de dirección de una máquina que puede o no estar viva. Al igual que los edificios para vivir, caminar y disparar.
Mientras que algunos de nuestros héroes se defienden de los nómadas del desierto, otros se llevan bien con una banda inadaptada de formas de vida alienígenas, muchas de las cuales parecen humanas salvo alguna rareza ocasional (una frente brillante aquí, una supernova allá, un crecimiento de brócoli… por todas partes). Mi personaje secundario favorito es la gota alienígena hecha de gel rosa, que Scott y su hija deben beber para comprender el misterioso lenguaje cuántico. No se necesita más exploración. Ver a Scott arrastrado a un círculo de extraños que cantan y descubrir que ha consumido el gel de Veb es más que suficiente. Además, la vida se vuelve 100% mejor cuando descubrimos que Veb está obsesionado con los agujeros.