Los franceses lo habían dejado, en junio de 2018, en el Bois de Vincennes, con motivo del festival We Love Green, rodeados de flautistas, máquinas, el exuberante decorado y el pletórico vestuario de la gira Cornucopia, ilustrando la riqueza conceptual de su último álbum, utopía. Mientras se supone que Björk ha terminado un nuevo disco en el capullo de su Islandia natal, la encontramos en la isla Séguin, este 21 de junio, acompañada por una treintena de cuerdas de la orquesta sinfónica parisina Pasdeloup, en la vasta meseta, pero purgada de la Seine Musicale, para el primero de dos conciertos en la capital de su gira Björk Orchestral, aplazados dos veces (en 2020 y 2021) por la pandemia.
En una entrevista con el diario de California Las noticias de mercurioel islandés explicaba en enero el planteamiento de estos espectáculos: “Los conciertos orquestales son como unas vacaciones: me pongo un vestido, subo al escenario, canto y vuelvo a la cama. Se centra en Björk, la cantante. Trabajo sistemáticamente con músicos locales, así que soy más como un invitado, un visitante. » Ataviada con un brillante vestido bouffant de Rick Owens y luciendo una máscara dorada esculpida por James Merry, que conservará durante todo el espectáculo, Björk no lucha por defender nuevas ambiciones musicales, sino que recorre viejos territorios.
Una primera mitad arraigada en “Vulnicura”
Formada en música clásica desde los 5 años, antes de la adolescencia la orientó hacia el punk furia, luego la vanguardia pop, la diva escandinava mezcló con mucha regularidad orquestaciones de cuerdas y tecnología de punta. Al casar primero los grooves de Nellee Hooper o el techno de Mark Bell con los arreglos románticos y cinematográficos de David Arnold o Vince Mendoza. Luego, llevando sus cuerdas hacia una desestructuración más contemporánea, en sintonía con las experiencias electro del Arca venezolano.
Sin apoyo tecnológico, ¿cómo iba a enfrentarse la soprano a los violines, violas, violonchelos y contrabajos parisinos dirigidos por su cómplice, el director islandés Bjarni Frimann Bjarnason? Lejos de lo grandioso que sugiere el tamaño del lugar y la cantidad de músicos, el concierto se abre más como un diálogo íntimo que como una actuación demostrativa. El que sabíamos capaz de competir vocalmente con las tormentas del Ártico, hace rodar el «r» con mesura a escala humana. ¿Es un período de calentamiento necesario para el que se sometió a una cirugía de cuerdas vocales en 2012, o un sesgo artístico?
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