Bruno Robbes: “La autoridad no se decreta y los profesores lo saben bien”


Bruno Robbes, antiguo profesor, luego formador y director de escuela, es profesor de ciencias de la educación en la Universidad de Cergy-Pontoise y especialista en pedagogía institucional. Publicó notablemente Autoridad Educativa en el aula. Doce situaciones para aprender a hacerlo (ESF, 2010) y codirigido con Marie-Anne Hugon La relación con el conocimiento en diferentes pedagogías (Ediciones universitarias de Lorena, 2016).

Nada más incorporarse al Ministerio de Educación, Gabriel Attal puso entre sus prioridades la necesidad de “volver a las cosas simples: el respeto al profesor y a su autoridad”. ¿Qué te inspira esta fórmula?

¿Quién podría oponerse a que se respete al profesor? La referencia a la autoridad es hoy una especie de pasaje obligatorio para cualquier ministro de educación nacional. Otros antes que él, de diferentes bandos políticos, han hecho este tipo de declaraciones. Sin embargo, no todos son idénticos en su tono, más o menos marcial, en la importancia que se les da y en el contexto de su enunciación. Esta vez, varias pistas nos permiten afirmar que este mensaje no es eminentemente educativo ni está dirigido específicamente a los docentes.

Incluso podría verse como una forma insidiosa de criticarlos, sugiriendo que no serían capaces de inspirar respeto. Después de Gabriel Attal, que se refirió explícitamente a los disturbios tras la muerte de la joven Nahel, Emmanuel Macron defendió “orden, orden, orden” y reiteró su deseo de “restaurar la autoridad” en la escuela y en otros lugares, haciendo de este tema un leitmotiv del regreso a clases. Por lo tanto, estamos ante todo en presencia de un mensaje político dirigido a la franja más conservadora de la opinión pública.

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Además, volviendo a la formulación del ministro, hay que señalar que el respeto al profesor y a su autoridad son todo menos “cosas simples”. Ambos son resultado de una relación, donde quien quiere ser respetado debe primero cuestionarse sus formas de ser y actuar hacia el otro, que lo hacen respetable o no. Si esta otra persona se siente respetada, entonces se puede establecer un respeto mutuo. La autoridad no se puede decretar y los profesores lo saben bien. No basta con declarar a los alumnos: “¡Soy vuestro maestro, debéis respetar mi autoridad!”. »

El docente es el representante del mundo adulto y el garante de la transmisión de conocimientos. Como tal, ciertamente tiene una autoridad estatutaria y de principios que le permite establecer un marco, pero es en sus formas de implementar situaciones de enseñanza y en su relación con los estudiantes donde realmente ejerce.

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