COMENTARIO – El terror en Moscú expone la imagen propagandística de Putin


El Kremlin está tratando de distraer la atención de su fracaso en la lucha contra el terrorismo y sigue centrado en Ucrania. En realidad, la tragedia de Moscú expone despiadadamente cuán equivocadamente el régimen de Putin establece sus prioridades cuando se trata de proteger a su propio país.

La sala de conciertos Crocus City Hall fue incendiada y parcialmente colapsada en el ataque terrorista del viernes.

Tass / Imago

Los ataques terroristas son siempre despreciables, independientemente de si están dirigidos contra sociedades occidentales libres o contra objetivos en estados autoritarios como Rusia. La masacre a sangre fría de personas de todas las edades en la sala de conciertos Crocus City Hall en las afueras de Moscú hace que uno se estremezca. Además de las más de 130 muertes, hay al menos la misma cantidad de heridos y probablemente cientos de víctimas que llevarán consigo un trauma de por vida. A pesar de toda la incomprensión de la indiferencia del pueblo ruso ante los crímenes de su Estado en la guerra de aniquilación contra Ucrania, está claro que los afectados merecen una compasión global sin reservas.

Durante mucho tiempo pareció que la organización terrorista Estado Islámico estaba significativamente debilitada tras la caída de su “califato” sirio-iraquí en 2017. Sus seguidores sólo consiguieron llamar la atención en Europa con ataques más pequeños. El baño de sangre en Moscú es ahora un recordatorio de que el peligro no se ha evitado. Las palabras elegidas en la carta de confesión – el objetivo es masacrar indiscriminadamente al mayor número posible de «cristianos» – indican que Europa occidental también puede volver a ser el objetivo de un gran ataque.

Un régimen “fuerte” muestra debilidades

En Occidente, la amenaza del terrorismo se acepta hasta cierto punto porque es inevitable en una sociedad libre que, con razón, rechaza la vigilancia total por parte de las autoridades. Sin embargo, en estados policiales como Rusia el desafío es diferente: el régimen de Putin está tratando de legitimar su gobierno afirmando que protege efectivamente a la población de todos los “enemigos” externos e internos. Para ello reivindica el poder absoluto. Un Estado líder dictatorial sólo puede ser creíble si su gigantesco aparato de seguridad demuestra ser eficiente. En cambio, ahora hay un fracaso flagrante.

Las autoridades no sólo aparentemente no tenían conocimiento de la célula terrorista que atacó el viernes por la noche. El presidente Putin también ha ignorado las advertencias estadounidenses de un ataque inminente. La información proporcionada por los estadounidenses era muy específica y se refería, entre otras cosas, al riesgo de ataques contra los conciertos. En lugar de tomar esto en serio, el jefe del Kremlin desestimó las advertencias de hace unos días como una “provocación” occidental y afirmó grotescamente que Washington quería utilizarlas para intimidar y desestabilizar a la sociedad rusa. Lo que también es escandaloso es la larga espera hasta que las fuerzas de seguridad finalmente comenzaron a asaltar la sala de conciertos, que se encuentra justo al lado de los edificios gubernamentales de la provincia de Moscú.

Putin y sus allegados parecen haber quedado completamente sorprendidos por los acontecimientos. Después del ataque, el presidente tardó diecinueve horas en hacer su primera declaración pública sobre lo sucedido. Lo que llamó la atención fue cómo no dijo una palabra sobre la amenaza que representaba el Estado Islámico de Khorasan (IS-K), a pesar de que la carta de responsabilidad del grupo terrorista ya estaba disponible desde hacía tiempo y había numerosos indicios de una Motivo islamista.

En cambio, el jefe de Estado construyó cínicamente otra “vía”. Según él, los atacantes tenían apoyo en Ucrania y con su ayuda intentaron huir al país vecino. Al decir que se había acordado una «ventana» para cruzar el frente militar, Putin dio a entender que las fuerzas de seguridad ucranianas estaban directamente involucradas.

Prioridades equivocadas en el Kremlin

Esta maniobra propagandística es demasiado transparente. Putin obviamente quiere distraer la atención de su fracaso en la lucha contra el terrorismo y utilizar la tragedia para incitar aún más a la población contra Ucrania. No hay pruebas que demuestren la responsabilidad de Ucrania por la atrocidad.

Si lo miramos con seriedad, la situación es completamente diferente. El ataque no tiene nada que ver con Ucrania ni con Occidente. Al parecer, los perpetradores eran islamistas con raíces en la república centroasiática de Tayikistán. El régimen ruso calculó mal la amenaza terrorista, permitió que al menos uno de los sospechosos extranjeros ingresara desde Turquía sin ser detectado y actuó de manera incompetente durante el ataque. Esto expone la autoimagen propagandística de Putin como el exitoso protector de Rusia.

Es más, la masacre del viernes por la noche pone de relieve dónde residen las verdaderas amenazas de Rusia. La declaración de guerra del EI-K es un desafío serio, especialmente porque en Rusia viven millones de musulmanes y trabajadores invitados de países de Asia Central, entre los cuales los terroristas pueden reclutar ayudantes. Ucrania, por otra parte, es una amenaza inventada de principio a fin por el régimen de Putin.

Nunca hubo ni siquiera la más mínima razón política de seguridad para la guerra contra el país vecino; Esta campaña sólo puede explicarse por la locura de poder de la envejecida camarilla del Kremlin. Por tanto, las prioridades de Putin son completamente equivocadas. Esto pone de relieve cómo Rusia carece de un liderazgo que se preocupe genuinamente por la seguridad del país y de su propio pueblo.



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