COMENTARIO – Rusia está condenada a la ruina con el rumbo de Putin


El jefe de Estado ruso quiere permanecer en el poder más tiempo que el dictador soviético Stalin. Pero asegurar con éxito su gobierno tiene un inconveniente.

Putin ha utilizado la propaganda y la intimidación para transmitir un mensaje central a la población: no hay alternativa para él.

Natalia Kolesnikova / Piscina / EPA

En el Kremlin la gente celebra y ya ni siquiera se da cuenta de su propia ridiculez. 87 por ciento: ese es el porcentaje de votos que el dictador ruso Vladimir Putin quiere utilizar en su última farsa electoral. Rusia se está acercando rápidamente a los despotismos de Asia Central, para los cuales cifras tan grotescamente altas son la norma. Esta vez, se dice que el Kremlin ha fijado el 80 por ciento como límite inferior para sus gobernadores provinciales. Pero el fenómeno es familiar en la economía planificada soviética: ningún funcionario regional quiere quedarse con el mínimo requerido; el plan debe ser “sobrecumplido”.

Por supuesto, este resultado no se puede lograr con un simple trazo de lápiz. Detrás de esto está el arduo trabajo de la casta oficial rusa. El objetivo era impedir sistemáticamente cualquier posibilidad de libre expresión de la voluntad, intimidar a los ciudadanos rebeldes, investigar cada entrada subversiva en las redes sociales y aumentar el adoctrinamiento en las universidades y en las empresas estatales. De todos modos, el país ya no tiene medios de comunicación libres y la oposición ya había sido aplastada antes de la muerte de Alexei Navalny en prisión. Sin embargo, el régimen se aseguró de que, además de Putin, sólo estuvieran disponibles para la “selección” cifras inverosímiles. A cada uno de ellos se les permitió cobrar algunos puntos porcentuales para la decoración.

Todo al servicio del mantenimiento del poder.

El resultado del domingo se preveía desde hacía mucho tiempo, concretamente desde marzo de 2020. En aquel momento Putin marcó el rumbo para una ampliación de su poder que no estaba prevista inicialmente en la Constitución. Esto le dio la oportunidad de postularse para dos mandatos más de seis años. En este contexto también debe verse el desencadenamiento de la guerra contra Ucrania. La invasión no siguió principalmente una lógica de política exterior, sino más bien el cálculo de poder cambiar la situación política interna aún más radicalmente bajo los tambores de la guerra. Nada es mejor para eliminar al “enemigo interno” que la invocación constante de una amenaza externa inventada.

Al final de su próximo mandato, Putin estará en el poder por más tiempo que el dictador Josef Stalin, quien gobernó el imperio soviético con mano de hierro durante 29 años, desde 1924 hasta su muerte en 1953. Es de esperar que Putin, que ahora tiene 71 años, aspire a algo más que un simple mandato más. En diez años alcanzaría un nuevo hito: permanecería en el poder más tiempo que todos los líderes soviéticos y emperadores rusos, con excepción de Pedro el Grande. Putin ha expresado repetidamente que lo ve como un modelo a seguir.

Queda por ver si el actual gobernante del Kremlin podrá aguantar hasta bien entrada la próxima década. Por ahora, la única pregunta que queda respondida es si el régimen ruso puede renovarse desde dentro o no. En la lógica del régimen y sus especuladores, no hay alternativa a Putin. Cualquier discusión sobre cuestiones de sucesión sólo causaría inestabilidad y iría en contra del objetivo general de mantener el poder.

También está claro que Putin ha fortalecido su gobierno con la ayuda de la guerra. Después del shock inicial entre sectores de la elite por la invasión, hace tiempo que las filas se han vuelto a cerrar. La rebelión del líder de las tropas Yevgeny Prigozhin el verano pasado también fue sólo un breve acontecimiento espeluznante. El final violento de Prigozhin sirvió como una advertencia para el aparato de poder, del mismo modo que la muerte provocada deliberadamente por Navalny fue una demostración para la oposición liberal. Actualmente no hay nadie visible que pueda desafiar el trono de Putin.

Rusia se está debilitando

Sin embargo, la fuerza del régimen no debe confundirse con la fuerza de Rusia. Por el contrario, Putin ha llevado a su país por un camino equivocado que lo debilitará cada vez más. Esto lo distingue de los gobernantes verdaderamente importantes de Rusia. El zar Pedro, Catalina la Grande, Alejandro II e incluso Stalin, responsable de millones de muertes, utilizaron su poder para pretender modernizar profundamente el país. Putin, sin embargo, está siguiendo un camino hacia atrás y autodestructivo.

Ha quemado puentes con Occidente, el socio comercial natural de Rusia, que, a pesar de su expansión hacia el Pacífico, siempre ha mirado principalmente a Europa a lo largo de su historia. Ha hecho de Rusia un infierno para los inversores extranjeros. Muchas de las mentes más creativas y emprendedoras están abandonando su tierra natal. Estadísticamente hablando, la economía puede estar creciendo ligeramente actualmente, pero sólo como resultado del gasto militar incentivado por el gobierno. El sector privado, por otro lado, se está reduciendo.

Después de la guerra, el modelo económico de Rusia se ha vuelto aún más primitivo que antes: consiste esencialmente en vender materias primas y destinar las ganancias al aparato de seguridad y a las transferencias sociales. La innovación apenas tiene que ver con esto. Por último, pero no menos importante, la guerra, con sus inmensas víctimas, está exacerbando la crisis demográfica del país. Todo esto será una venganza y albergará las semillas de la caída del régimen. Pero los caminos equivocados pueden llevar mucho tiempo. Putin todavía puede tener esperanzas de que la inundación venga tras él.



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