Eddie Murphy es el mejor actor de todos los tiempos


La escena de Torchy solo ha adquirido más poder a lo largo de los años debido al renovado vigor de los racistas en la plaza pública. Antes de ingresar al establecimiento, Murphy le dice al policía intolerante de Nolte, Jack Cates, quien cree que el bocazas de Hammond carece de los «toros y la experiencia» necesarios para intimidar a un bar lleno de palurdos, «Entra y experimenta algunos de mis toros». ***». Hammond se hace cargo de inmediato bebiendo un trago de vodka, arrojando el vaso a través del espejo de la barra y agarrando al camarero con fuerza por el cuello de la camisa para exigir información.

Murphy, de 5’9 «, acababa de cumplir 21 años cuando filmó esta escena, pero se lee como un hombre adulto en la pantalla. Y aunque Hammond podría estar haciéndose pasar por un policía, no está mintiendo. La experiencia es ser negro. en Estados Unidos, y esto enfurece a los toros*** con una furia exquisitamente controlada. «No me gusta la gente blanca. Odio a los paletos. Ustedes son unos paletos. Eso significa que estoy disfrutando de esta mierda». Luego deja caer el martillo cuando uno de los clientes lo desafía. «¿Sabes lo que soy? Soy tu peor maldita pesadilla, hombre. ¡Soy un idiota con una placa, lo que significa que tengo permiso para patearte el maldito trasero cuando me dé la gana!».

Esa última línea podría golpear un poco más incómodamente dadas las hazañas asesinas recientemente reveladas de la Unidad Scorpion del Departamento de Policía de Memphis, pero en contexto, es un heno, y Murphy aterriza al ras. Este intercambio contrasta fuertemente con la relación de Hammond con Cates, quien se burla de él con invectivas racistas hasta que se pelean. El escuálido Murphy, de 21 años, se defiende verbalmente y, sorprendentemente, físicamente con el fornido Nolte. Nunca cuestionas el desajuste porque alguien con la boca de Hammond solo sobrevivió a su infancia porque podía respaldar su conversación con los puños. Fuera de cámara, Murphy no parecía el papel. Ante la cámara, era una perfección letal e ingeniosa. No desapareció como se sabe que hacen Meryl Streep o Daniel Day-Lewis; hizo ajustes menores a su personalidad de sabelotodo y nos dio una actuación astuta y de estafador a la par con Paul Newman en «The Sting» o Barbara Stanwyck en «The Lady Eve».



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