El creador de The Twilight Zone, Rod Serling, escribió un thriller político clásico de los años 60


1964 fue un año excelente para los thrillers de Hollywood sobre la Guerra Fría. El mundo estaba saliendo de la crisis de los misiles cubanos, por lo que el miedo a una guerra nuclear era incluso mayor de lo habitual. «Doctor Strangelove» de Stanley Kubrick y «Fail Safe» de Sidney Lumet se centraron en el armageddon nuclear nacido de fallas en las comunicaciones. «Siete días de mayo» es el tercer tramo de este tríptico.

Si bien Serling era un maestro de la sátira, «Seven Days in May» se acerca más a la directa «Fail Safe» que a la ridícula «Strangelove». Dirigida por John Frankenheimer (después de «The Manchurian Candidate», sobre un veterano de la Guerra de Corea a quien le lavaron el cerebro), la película es una película de conspiración llena de suspenso e intriga.

La situación: el presidente Jordan Lyman (Fredric March) ha negociado un tratado de desarme nuclear con la URSS. La mayor parte del público estadounidense se opone, incluido el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general James Mattoon Scott (Burt Lancaster). La mano derecha de Scott, el coronel Martin Casey (Kirk Douglas), descubre evidencia de que su jefe está planeando un golpe militar contra Lyman para evitar que se firme el tratado. Es especialmente peligroso porque Scott tiene el apoyo público necesario para consolidar su poder en caso de que intente apoderarse de él. El supuesto golpe se producirá en menos de una semana, por lo que Casey tiene un plazo ajustado para llegar al fondo del complot y al mismo tiempo convencer al presidente del peligro. ¿Pero en quién más pueden confiar?

Se cree que la película está basada en parte en el general Douglas MacArthur y sus disputas con el presidente Harry Truman sobre la política de la Guerra Fría (MacArthur fue destituido del poder por Truman en 1951). Aunque mezcla historia y especulación, «Siete días de mayo» parece demasiado relevante en la actualidad, donde muchos estadounidenses han demostrado estar dispuestos a entregar su democracia a hombres fuertes demagogos.



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