«Sorcerer» se abre de manera desorientadora con cuatro viñetas de trotamundos que presentan a los personajes principales. En México, el asesino a sueldo Nilo (Francisco Rabal) entra tranquilamente en un apartamento y dispara a su objetivo. En Israel, un grupo de palestinos organiza un ataque terrorista en Jerusalén y son detenidos por las Fuerzas de Defensa de Israel; solo Kassem (Amidou) logra escapar. El rico banquero parisino Victor Manzon (Bruno Cremer) enfrenta la ruina financiera y la cárcel cuando lo acusan de fraude, lo que lo obliga a huir del país y dejar atrás su estilo de vida cosmopolita y su glamorosa esposa. Por último, Jackie Scanlon (Roy Scheider), un ladrón de Nueva Jersey, se ve obligado a huir de la mafia después de que un robo sale desastrosamente mal.
Asumiendo identidades falsas y viviendo en el autoexilio de sus países de origen, los cuatro hombres se esconden en un pequeño pueblo de Colombia. Es una existencia miserable y peligrosa, raspando un ingreso escaso y constantemente mirando por encima del hombro. Están atrapados, son demasiado pobres para permitirse una vida mejor en cualquier otro lugar. Desesperados, aceptan un trabajo peligroso de una gran compañía petrolera estadounidense que es parte integral de la economía de la región. Ha explotado un pozo de petróleo y la única forma de contener el fuego es sellar la brecha con dinamita. La única fuente de explosivos es un caché de nitroglicerina peligrosamente inestable y mal almacenada en un puesto remoto a más de 200 millas de distancia.
La empresa necesita cuatro conductores preparados para arriesgar sus vidas transportando la carga mortal en dos camiones pesados, sabiendo muy bien que la más mínima vibración podría hacer que los palos exploten. La ruta que tienen por delante es traicionera y está plagada de posibles desastres mientras atraviesan una espesa jungla, árboles caídos, bandidos, tormentas tropicales y un río que cruza sobre un puente de cuerda muy antiguo.