«El impulso regicidio ha sido alentado desde hace varios meses por ciertos discursos políticos»


Ia agresión absurda y despreciable sufrida hace unos días por el sobrino nieto de Emmanuel Macron marca un grado más en la brutalización de la vida pública, que se ha convertido en un parámetro importante de nuestras reflexiones colectivas sobre la democracia.

En el momento de la crisis de los “chalecos amarillos”, vimos un aumento de los ataques contra las oficinas o las casas de los funcionarios electos, incluso contra los propios funcionarios electos, entonces un ministerio atacado por los manifestantes.

Vimos a Emmanuel Macron escapar por poco de la ira de la multitud en Puy-en-Velay, el 4 de diciembre de 2018, abofeteado el 8 de junio de 2021, luego su efigie quemada varias veces y conciertos de “cazuelas” interrumpen sus movimientos. Pero semejante atentado, cometido contra un joven por estar relacionado con el Jefe del Estado, no es sólo estupidez, sino también y sobre todo prácticas de amalgama que remiten a las peores horas de nuestra historia.

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Más allá del grado de violencia física de este ataque, que corresponde a prácticas de otra época, sintomáticas de una barbarie resurgente, cabe preguntarse por el significado profundo de tal acto en el contexto de la crisis democrática actual. Obviamente, esto debe verse como una indicación adicional de esta profunda ira que anima a una parte de los franceses en una sociedad fracturada y desorientada, angustiada por la pérdida de su orientación moral y cultural, así como por la degradación social y la disminución del poder adquisitivo.

exceso de honor

Esta ira se ha expresado muchas veces en los últimos años, ya sea a través de la abstención electoral, votaciones de protesta o ataques a funcionarios electos, incluidos los alcaldes. Evidentemente, se alimentó del descontento suscitado por la muy impopular reforma de las pensiones y por el método autoritario utilizado por Emmanuel Macron para imponerla a los sindicatos y a la opinión pública.

Pero lo que cuestiona precisamente, en relación con el funcionamiento de nuestra democracia, es la forma en que esta ira, este resentimiento social, se polarizó con una violencia inusitada sobre la persona de Emmanuel Macron.

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¿Es esto nuevo? En 1889, el general Boulanger (1837-1891), primer político populista del IIImi República, ya instaba a los franceses a derrocar a los “Bastilla Parlamentaria” para desalojar a Jules Ferry y su familia.

Desde 1958, toda la historia de la Vmi République está llena de esos momentos de crisis en los que el Jefe de Estado era el blanco exclusivo de las dificultades que atravesaba la sociedad francesa. Este fue el caso del general de Gaulle en mayo de 1968, cuando ciertos carteles lo compararon con Adolf Hitler. Este fue el caso de Valéry Giscard d’Estaing, representado en Louis XV, de Jacques Chirac en «súper mentiroso»de «Sarkozyleon» el pequeño Bonaparte y “presidente de los ricos”o incluso François Hollande, que se había convertido en un traidor a los ojos de algunos de sus votantes.

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