El pequeño mensajero le gusta ir a nadar en el bosque


Me encanta ir al bosque. Especialmente cuando estoy estresado, estoy inmediatamente «castigado» de nuevo. El aire, el olor, la frescura, de repente todo parece la mitad de malo. El bosque está tan lleno de energía y fuerza que siempre vuelvo fortalecido, aunque el viaje no haya sido una caminata de un día, sino una caminata corta como un descanso de la vida cotidiana.

Aquí todo parece estar tan en armonía: los árboles, que aun cuando envejecen y caen, aún asumen tareas para su entorno y ofrecen refugio y alimento a numerosos animales, son los signos visibles y pilares del bosque. Incluso si llueve, sigue siendo más agradable en el bosque que en cualquier lugar de la calle. También encuentro maravillosa la variedad de pequeños arbustos, setos espinosos, hierbas y arbustos de bayas.

Además de estos obvios beneficios tangibles, también hay, según mi experiencia, un efecto de calma mental que emana de los árboles. Cuando experimentamos tiempos difíciles dentro de la familia, el bosque se está curando. Los niños, que acaban de vivir todas las emociones y se deslizan de un drama a otro, de repente están muy tranquilos en el bosque, como si respiraran aliviados. Esos son pequeños momentos que son casi mágicos. Jugar los hace libres y no afectados. Y esa libertad muchas veces nos salva el resto del día.



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