El plan de diversidad social en la escuela de Pap Ndiaye, intenciones ambiciosas y sensación de incompletitud


Es un eufemismo decir que se esperaba el plan de Pap Ndiaye sobre la mezcla social de las escuelas. Una ambición afirmada desde su nombramiento en la calle de Grenelle, meses de discusiones con actores del público pero también del sector privado bajo contrato, anuncios varias veces aplazados en un contexto de disensión política… Este tema, priorizado por el historiador especializado en minorías, ha agudizado las expectativas de la comunidad educativa, en un sistema donde el origen social de los alumnos pesa mucho en su destino educativo; despertó el interés de una parte de la izquierda, que ve en la diversidad el suelo de la promesa republicana de igualdad de oportunidades; y provocó la indignación de la derecha, apegada a la defensa de la libertad de enseñanza.

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Después de una semana de comunicación caótica, Pap Ndiaye firmó un pequeño comité, el miércoles 17 de mayo, un protocolo con la Secretaría General de Educación Católica (SGEC), luego comunicó su plan general, agrupando las medidas previstas para los dos sectores de la educación. , privados y públicos. Sin que se trate de obligaciones, la educación católica se compromete principalmente en su protocolo a incrementar «50% en cinco años el número de establecimientos que ofrecen aportes familiares modulados en función de los ingresos» así como “Duplicar la tasa de becarios en cinco años, en establecimientos donde las familias reciben asistencia social” equivalentes a los destinados al público.

Unos días antes, el 11 de mayo, la ministra había pedido a los rectores poder cumplir el objetivo de reducir “las diferencias en la contratación social entre establecimientos públicos del 20% para 2027” a través de una serie de» herramientas » adaptarse a cada territorio, y crear «antes del verano» a “un órgano de diálogo, consulta y gestión de la diversidad social y escolar”.

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Es la culminación en dos etapas de un plan desarrollado durante meses y que se convirtió en una telenovela política. La igualdad de oportunidades y el éxito de los estudiantes dependen de «el establecimiento de sectores de excelencia en la educación prioritaria y mediante el fortalecimiento de la mezcla escolar»explicó Pap Ndiaye en su conferencia de prensa de regreso a clases el 26 de agosto de 2022, cuando el tema siempre estuvo ausente del discurso del presidente de la República, Emmanuel Macron, y había desaparecido de la agenda política durante cinco años, bajo el ministerio de Jean-Michel Blanquer.

tierra minada

El tema se vuelve ineludible con la publicación de los índices de posición social (IPS), en octubre de 2022, y trae a la ecuación la educación privada bajo contrato. Estos indicadores –que permiten conocer el perfil social de los establecimientos–, hechos públicos por primera vez tras el recurso de casación de un periodista ante el tribunal administrativo, arrojan una dura luz sobre la segregación escolar. Ya sabíamos que las universidades privadas bajo contrato educan a menos del 17% de los estudiantes de entornos sociales desfavorecidos y concentran el 40% de los estudiantes muy privilegiados, proporciones estrictamente opuestas en el público. El IPS concreta estas cifras generales transponiéndolas al nivel de cada establecimiento. Los del sector privado representan menos del 4% del 10% de las universidades más desfavorecidas del país, pero casi dos tercios del 10% más favorecido.

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