A pocos días del inicio del “diálogo nacional” en Egipto, a principios de julio, persiste la vaguedad sobre esta mesa redonda que supuestamente reunirá al poder y a todas las fuerzas políticas del país, a excepción del movimiento islamista de la Hermandad Musulmana. El presidente Abdel Fattah Al-Sissi anunció esta iniciativa en abril, cuando el deterioro de la situación económica hizo temer graves tensiones sociales. Aún no se conocen los temas que se abordarán durante esta gran consulta, ni tampoco la lista de participantes. Silenciados y perseguidos en los últimos años, los opositores internos oscilan entre el apoyo a lo que podría ser una rara ventana de discusión y el escepticismo sobre el riesgo de ser utilizados como contraste en un evento frontal.
“El diálogo no conducirá a un cambio radical en Egipto. Pero la invitación al diálogo ha abierto un margen de libertad. Si se puede ampliar, a través de liberaciones significativas de presos políticos y una relajación de las restricciones a la libertad de expresión y la actividad de los partidos políticos, será un logro considerable”.cree Mustapha Kamel Al-Sayed, profesor de ciencias políticas en la Universidad de El Cairo y uno de los fundadores del Movimiento Democrático Civil, una coalición de partidos de oposición de izquierda, liberales o socialdemócratas.
Espacio de maniobra reducido
Los primeros trabajos, a principios de julio, sólo deben corresponder al comité de diecinueve miembros que se formalizó el domingo 26 de junio. Según la coordinadora del diálogo, Diaa Rashwan, quien encabeza tanto el sindicato de periodistas como el servicio de información de la presidencia, «cientos» se han enviado invitaciones, incluso a egipcios de la diáspora, para las sesiones previstas para la segunda etapa.
Los Hermanos Musulmanes, que fueron la principal fuerza de oposición bajo Hosni Mubarak (en el poder de 1981 a 2011), cuando fueron prohibidos pero tolerados, no se ven afectados. La hermandad ahora está desterrada y sus miembros están en el exilio o en prisión. Continúan las negociaciones para el diálogo con la oposición interna. El margen de maniobra de este último se reduce: marginado desde la llegada al poder de Abdel Fattah Al-Sissi, en 2014, la oposición desde dentro teme que el poder se conforme con una simple operación de relaciones públicas, destinada a mejorar su imagen en las capitales occidentales.
Deseosa de recuperar presencia en el escenario político, la oposición ha definido prioridades: abolición de la ley de prisión preventiva que permite la prisión sin juicio por hasta dos años, cambio a un sistema de votación proporcional en las elecciones legislativas, reapertura de cientos de sitios web bloqueados, etc.
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