En el Centro Pompidou, “Shoah” y las obras completas de Claude Lanzmann


Doce años de trabajo. doscientas veinte horas Rushes filmadas principalmente entre 1978 y 1979, ciento ochenta y cinco horas dedicadas a setenta entrevistas, treinta y cinco sobre localizaciones y paisajes. Diez de ellos solían hacer Holocausto (1985) durante un proceso de edición que duró sólo cinco años y medio. Este monumento del cine contemporáneo cubre, por tanto, como un iceberg, una especie de fantasma que tendría veinte veces el tamaño de la película existente y del que, en cierto modo, forma parte.

La edición, operación decisiva, habrá dividido esta masa en dos cuerpos de trabajo distintos. Por un lado, la obra pública que habrá nombrado y definido la Shoah, su ambición artística, su posteridad, su inscripción tanto en la historia del cine como en la memoria colectiva del acontecimiento. Por otro lado, el material filmado –dotado de no menos valor testimonial y que estaría destinado por excelencia al campo de investigación de los historiadores–.

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Sin embargo, Claude Lanzmann menciona en su libro de Memorias La liebre patagónica (Gallimard, 2009), la dificultad no sólo dramatúrgica, sino moral, de montar esta película: “Elegir es matar”, escribió allí. En esta luz, Holocausto No es sólo la obra maestra que conocemos, también sería una especie de largo remordimiento que lleva en sí la huella de todos los que quedaron atrás en el montaje final. Lo cual es apropiado para una película que recoge las palabras de los supervivientes del infierno, que dan testimonio del exterminio de sus compañeros y seres queridos. Lanzmann, no lo dudemos, se ve a sí mismo como un Caronte moderno, que transporta estas almas insepultas al reino de los muertos, donde, en el claroscuro de la pantalla de cine, finalmente pueden encontrar descanso.

Un Caronte moderno

Esto explica la secuela de las películas realizadas después. Holocausto de las prisas de su obra maestra. Una persona viva que pasa (1997), sobre el delegado de la Cruz Roja en Auschwitz, Maurice Rossel, que no vio nada especial allí. Sobibor, 14 de octubre de 1943, 16.00 horas. (2001), sobre Yehuda Lerner, héroe colosal y uno de los rebeldes del campo de Sobibor. El informe Karski (2010), sobre este luchador de la resistencia polaca que testificó sobre el abandono de los judíos por parte de los aliados. El último de los injustos (2013), sobre Benjamin Murmelstein, jefe de la comunidad judía del campo de Theresienstadt, que asumió su tarea en la heroica inteligencia de su abyección. Las cuatro hermanas (2017), que recoge el testimonio de las supervivientes Ruth Elias, Ada Lichtman, Paula Biren y Hanna Marton, que finalmente hacen oír las voces de las mujeres en este concierto del abandono. Todo magnífico, todo conmovedor, todo digno de redescubrir.

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