En el Palacio de Tokio, arte y psiquiatría en un camino en zigzag


Arte y psiquiatría: desde hace algún tiempo, este inmenso tema está cada vez más presente en los museos. En 2021, en los mataderos de Toulouse, una exposición notable volvió a poner en primer plano al psiquiatra François Tosquelles (1912-1994). Su pensamiento y acciones fueron decisivos en la implementación de lo que llamamos psicoterapia institucional, que se basa en un análisis crítico del funcionamiento habitual de los lugares de internamiento y atención, con el fin de reformar su funcionamiento y poner fin al internamiento tipo carcelario.

Tosquelles también es una de las figuras tutelares de “Toucher l’insensé”, que, en el Palacio de Tokio, en París, aborda estas cuestiones. No podemos recomendar lo suficiente como para tomarnos el tiempo de ver, en su totalidad si es posible, la película que el director François Pain hizo con él, François Tosquelles, una política de la locura (1989), así como, en el mismo ciclo de proyecciones, en una sala a las afueras del recorrido, todas las películas de Pain, incluida El diván de Félix (1986), dedicado a su amigo el filósofo y psicoanalista Félix Guattari (1930-1992). Por supuesto, mirarlo todo lleva tiempo, pero es sin duda la mejor manera de proceder a comprender las palabras de François Piron, comisario de la exposición, e insertarlas en una visión más larga y amplia.

Documentales y creaciones

“Tocar al tonto” no es exhaustivo ni histórico. No hay ninguna alusión a las exposiciones y talleres de arteterapia, que comenzaron en el hospital Sainte-Anne de París, poco después de la Segunda Guerra Mundial, y fueron, en su época, revelaciones; ni al documental de Frederick Wiseman, Locuras de Titicut, que fue, en 1967, uno de los primeros en mostrar el interior de un establecimiento psiquiátrico; ni a san clemente, rodada por Sophie Ristelhueber y Raymond Depardon, en 1982, en el asilo veneciano del mismo nombre; ni a muchos otros, cuya presencia también sería legítima: desde Jean-Jacques Lebel hasta Kader Attia.

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Sin embargo, es en este marco donde se insertan los capítulos que se suceden a lo largo del recorrido en zigzag trazado por los raíles del cuadro. Estos capítulos son a veces de estilo documental y otras veces están dedicados a creaciones individuales. Entre los del primer tipo, uno de los más densos e informativos se refiere al Centro Juvenil Familiar que funcionaba en Vitry-sur-Seine (Val-de-Marne), luego en Plessis-Trévise (Val-de-Marne), desde Década de 1950 a 1992: reuniones y actividades de grupos terapéuticos, talleres de dibujo y escritura, producciones, impresión de periódicos. El oído que hablatodo ello impulsado por el deseo del director, Joe Finder, de evitar cualquier medida restrictiva.

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