Guerra Israel-Hamás: Estados Unidos y el fantasma de la solución de dos Estados


A Joe Biden le gusta presentarse como un “optimista empedernido”. Sin embargo, apenas expresó esta cualidad en la política exterior, prefiriendo un realismo frío. Al comienzo de su mandato, su hoja de ruta favorecía la revitalización de las alianzas y la competencia con China. El conflicto palestino-israelí se consideraba una causa perdida, una crisis persistente que simplemente debía contenerse porque no podía resolverse. Pero así como la invasión rusa de Ucrania trastocó las prioridades estadounidenses, el ataque de Hamás a Israel obligó a la Casa Blanca a volver a centrarse en Oriente Medio. Permaneciendo prisionero de prismas antiguos.

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La nueva guerra abierta entre Israel y las facciones armadas palestinas es una catástrofe de muchas dimensiones para Washington. Presenta graves riesgos de expansión regional, con la posible entrada en escena del Hezbolá libanés o incluso de Irán. La Casa Blanca ha desplegado fuerzas impresionantes en el Mediterráneo oriental como medida preventiva que podría ayudar en la defensa de Israel.

El presidente Biden quería dejar su huella poniendo fin a la guerra interminable en Afganistán en 2021. Aquí está, a las puertas de otra puerta lamida por las llamas. Las bases estadounidenses en Siria e Irak ya son acosadas por milicias armadas, tanto autónomas como vinculadas a Teherán, que han llevado a cabo una veintena de ataques principalmente simbólicos.

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Diplomáticamente, Estados Unidos se encuentra aislado en su apoyo público incondicional a Israel. El proceso de normalización entre este último país y Arabia Saudita está congelado. Sin embargo, la administración Biden le había dedicado muchos esfuerzos, hasta el punto de asumir el legado de Donald Trump, que se había negado a considerar la resolución del conflicto como un requisito previo para este histórico acercamiento. Después de una retirada de Oriente Medio, simbolizada por la negativa de Barack Obama a atacar al régimen sirio en 2013, los estadounidenses se ven atrapados en un nuevo error de diagnóstico: los proyectos comerciales y de inversión no constituyen una carretera hacia la paz. Rusia y, en menor medida, China están llenando la brecha. Estos estados se hacen pasar por defensores de los civiles de Gaza y promotores de un enfoque equilibrado hacia el Medio Oriente. Aunque los occidentales se ahogan ante la hipocresía de Moscú, después de tantos crímenes de guerra rusos en Ucrania, están perdiendo terreno en la región.

La exasperación de los países árabes

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