Ha muerto el pintor Hervé Télémaque


El artista francés de origen haitiano Hervé Télémaque murió a los 85 años el jueves 10 de noviembre en un hospital de la región de París.

Nació en Port-au-Prince el 5 de noviembre de 1937 en un ambiente burgués, francófono y letrado: madre enamorada de la literatura, tío poeta, tía músico. En 1957, año de la llegada al poder de François Duvalier (1907-1971), deja la isla rumbo a Nueva York ya los cursos de la Art Student’s League. Descubrió el todavía dominante expresionismo abstracto, con una marcada y constante predilección por el pintor Arshile Gorky. Pero también descubre que el racismo y la segregación no están más ausentes del mundo del arte que del resto de la sociedad norteamericana y que, como métis, no es bienvenido allí.

En los lienzos de este período neoyorquino, el gesto abstracto se ve cada vez más desbaratado por la presencia de signos sacados de la publicidad o de los muros de la ciudad, pictogramas y letras que parecen tiradas sobre la superficie pictórica y medio borradas. En esto, sin saberlo, fue el mismo contemporáneo de Robert Rauschenberg y Cy Twombly, quienes surgieron del imperio de la pintura de acción. Pero no sufren como él la hostilidad que hace su telaraña Toussaint Louverture en Nueva York (1960) un autorretrato implícito tanto como un homenaje al libertador de Haití.

Lea la entrevista (2015): Hervé Télémaque: “No tengo nada que ver con el arte abstracto”

Una nueva forma de representar la sociedad contemporánea

Para no seguir sufriendo esta situación, Télémaque se fue de Nueva York a París en 1961 y posteriormente permaneció allí, viviendo y trabajando en París, luego en Borgoña y finalmente, a partir de 1981, en su casa-taller de Villejuif. Nada más llegar se puso en contacto con el grupo surrealista, sin hacerse miembro de pleno derecho, ni pedir la unción de André Breton. Es cierto que, más que el onirismo característico del surrealismo en su última etapa, sus obras remiten al estado actual del mundo. Dentro Retrato familiar (1962-1963), mi querida clementina (1963) o El americano feo (1962-1964), inventó una nueva forma de representar la sociedad contemporánea.

Su pintura no es literalmente descriptiva como la mayoría de las obras del arte pop, que entonces se difundía, aunque el artista recurrió en ocasiones a una técnica desarrollada recientemente, el episcopio, para citar fragmentos de imaginería, desde el fusilero senegalés Banania hasta anuncios de ropa interior femenina y historietas. Tampoco es exclusivamente simbólico, aunque en ocasiones aparecen calaveras o el signo del dólar. Visto desde hoy, aparece como una forma de realismo críptico, despiadado y burlón como él mismo.

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