Un viaje al pasado no fue suficiente, por lo que Dean regresa por más, y esta vez, no está solo. Sam y Castiel (Misha Collins) los acompañan en el viaje, retrocediendo a 1978 porque los ángeles han promulgado un plan para evitar que Mary y John conciban a Sam Winchester. Si alguien puede detenerlos, es el Equipo Libre Albedrío, o en las palabras de Dean Winchester, «Un ex adicto a la sangre, un desertor con seis dólares a su nombre, y el Sr. Comatose allá».
Mientras Cas se recupera en la habitación de un motel, Sam y Dean localizan a sus padres, lo que resulta en una reunión extremadamente emotiva… para los chicos. Para sus padres, son dos extraños que traen un caos total a sus vidas, incluida la revelación (para John) de que existen monstruos. El pobre John está extremadamente angustiado al saber que estos extraños han sido criados como cazadores, exclamando enojado: «¿Qué clase de bastardo irresponsable deja que un niño cace?» Ironía, bestia voluble.
El verdadero meollo del episodio es Dean tratando de convencer a su madre de que deje a John para que él y Sam nunca sean concebidos (este hombre está obsesionado con no nacer), solo para descubrir que ella ya está embarazada. Luego aparece el Arcángel Miguel, le dice a Dean que el libre albedrío es una ilusión y le revela que el destino requiere el nacimiento de Sam y Dean, quienes tienen un papel crucial que desempeñar en la batalla entre el Cielo y el Infierno. También borra la memoria de John y Mary, asegurándose de que no recordarán haber conocido a sus futuros hijos.
Todo esto viene de un encuentro previo con un cupido, quien aparentemente jugó un papel en la historia de amor de Mary y John. El cielo los necesitaba para enamorarse y como al principio no se llevaban bien, un cupido intervino para encender su romance. Entonces, el tema «Sobrenatural» de luchar contra el destino obviamente continuará en «Los Winchester», a medida que aprendemos cuán genuina es realmente esta historia de amor.