Italia: «abusivismo» y turismo acusados ​​tras los mortales aludes de Isquia


Desde la cima del monte Epomeo hasta las aguas grises del golfo de Nápoles, el paisaje turbulento que se divisa desde el último bucle accesible de via Celario cuenta, bajo un cielo triste, toda la historia de la isla italiana de Ischia, su fragilidad , su belleza, su violencia.

El 26 de noviembre al amanecer, después de que cayera una lluvia inusualmente fuerte en pocas horas, una sección entera de la montaña se deslizó hacia el mar, en una avalancha de lodo y roca volcánica suelta.

La cicatriz que deja su paso comienza cerca de las cumbres, a través de viejos castañares abandonados, luego se ramifica gracias al relieve y a los caminos señalizados para automóviles, que serpentean por la ladera de la montaña hacia el mar, sus hoteles y restaurantes desiertos. en esta temporada baja. Hasta el miércoles 30 de noviembre, nueve cuerpos, incluido el de un recién nacido de 21 días, ya había sido encontrado en el curso de los deslizamientos de tierra.

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Más arriba en la pendiente, los rescatistas cavan entre los escombros de una casa. Desde la distancia, las posturas de los uniformados evocan una pesadez que tiene algo que ver con la presencia de la muerte. Otros cadáveres siguen enterrados allá arriba, entre el barro, las piedras de la montaña y el hormigón de estas viviendas construidas en una vaguedad normativa a las que todos acusan, sin embargo, por diversas razones, de haber resultado asesinas.

Controversias antiguas

Una persona sigue desaparecida, al día siguiente, jueves 1ejem En diciembre, dos cuerpos sin vida serán extraídos de este magma fangoso cuyas fuentes políticas, los medios de comunicación y los funcionarios públicos italianos buscan desde hace una semana. Viejas controversias sobre la planificación regional se debaten a diario, mientras que en relación con la crisis climática la multiplicación de fenómenos meteorológicos extremos en un territorio nacional particularmente expuesto y frágil contribuye a aumentar las tensiones.

Con botas de lluvia y hundida en el barro, Alessandra Daniele, una asesora fiscal de 44 años, contempla el paisaje dañado de su isla natal. Dos carabinieri enviados a Ischia después del desastre le acaban de negar que se acerque al área de búsqueda donde, entre los familiares de los desaparecidos, se encuentra uno de sus conocidos, a quien le hubiera gustado apoyar. “En tiempos de nuestros abuelos y nuestros bisabuelos, éramos una isla de campesinos que daban la espalda al mar y cuidaban la montaña. Con el desarrollo del turismo, hicimos lo contrario. La vida económica de la isla ha cambiado y también su naturaleza”, ella resume.

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