La arena, la riqueza y la maldición de las Maldivas


Basta sumergir la cabeza unos centímetros, cuando el agua no llega a la cintura, para verlos bañados de luz: miles de corales, amarillos, verdes, azules o morados, con múltiples patrones, laberintos en los que uno puede sólo perderse. Alrededor del arrecife, los colores también compiten en belleza, entre el turquesa del mar, el azul del cielo, el blanco de la playa y el verde de la frondosa vegetación que sumerge la delgada franja de arena que se sumerge en el océano. La isla de Fulhadhoo, en las Maldivas, parece un concentrado del paraíso.

El sitio de construcción del nuevo puerto en la isla de Fulhadhoo, en las Maldivas, el 14 de febrero de 2022.
La bióloga marina Aya Naseem observa el crecimiento de corales que se han instalado en estructuras metálicas para restaurar el arrecife, alrededor de la isla de Fulhadhoo el 16 de febrero de 2022.

Solo en apariencia. Porque en el otro extremo de este oasis, ubicado a dos horas en bote al noroeste de la capital, Malé, el océano revela una realidad dramáticamente diferente: un cementerio de corales. Hasta donde alcanza la vista, ramas rotas y completamente blancas están esparcidas por el suelo, cubiertas con una gruesa capa de arena. “Cuando vi este desastre, lloré, testifica la bióloga marina Aya Naseem, documentando las pérdidas con su cámara. Aquí había al menos cien especies de coral, algunas de ellas muy resistentes, que habían sobrevivido a múltiples episodios de blanqueamiento vinculados al calentamiento global, incluido el de 2016”.continúa el cofundador y vicepresidente del Maldives Coral Institute.

Se quita el tubo y señala al culpable: el puerto que linda con la zona. Su construcción, que comenzó en 2019, destruyó parte del arrecife, algunos de los cuales ahora sirven como esculturas en la isla. El dragado de cientos de miles de metros cúbicos de arena en la laguna también provocó el desplazamiento de grandes cantidades de sedimentos que se asentaron en el fondo marino circundante, asfixiando a los corales supervivientes. En este mes de febrero de 2022, las retroexcavadoras están almacenando enormes rocas para consolidar la costa. No muy lejos, grandes sacos de arena ofrecen una escasa protección contra los embates del mar. En otros lugares, los vecinos, equipados con palas, intentan reformar la playa que el agua ya se traga.

La arena es un recurso vital en las Maldivas, pero su consumo excesivo corre el riesgo de provocar la pérdida de esta joya del Océano Índico. Es fundamental mantener las playas vírgenes, escaparates del archipiélago. Se utiliza en la construcción, mientras que los edificios y los hoteles brotan por todas partes. Sobre todo, se utiliza masivamente para agrandar las islas o construir otras nuevas en nombre del desarrollo, un proceso llamado «recuperación de tierras». Así, cada año se engullen millones de metros cúbicos de este material para sustentar un fuerte crecimiento demográfico (+15% en diez años) y un desarrollo turístico desenfrenado (+120% en el mismo período). En 2019, más de 500.000 habitantes y 1,7 millones de turistas se repartieron este territorio de menos de 300 kilómetros cuadrados.

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