La guerra en Gaza profundiza el malentendido entre Israel y el resto del mundo


contraampus en fiebre, gradas, redes sociales incandescentes, auge del antisemitismo… Pensar en la guerra de Gaza es un desafío en el barullo ambiente. Las emociones y los prejuicios legítimos limitan la consideración de la complejidad de esta tragedia. Tras la inmensa emoción y el miedo suscitado por el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, la operación militar israelí invirtió la perspectiva. Estos sentimientos ahora se dirigen hacia los civiles palestinos torturados. La soledad israelí está creciendo.

Este retroceso va acompañado de distorsiones de visión entre el mundo exterior e Israel. Desde fuera, hay una poderosa atención sobre Benjamín Netanyahu. El Primer Ministro israelí tiene una gran responsabilidad por la crisis que afecta a su país, tanto en materia de seguridad como de moral y de identidad. Organizó el asalto contra los contrapoderes. Permitió la trivialización del discurso xenófobo en el debate público. Por puro cálculo, se alió con los representantes del violento supremacismo judío. Pero este aumento del tribalismo religioso nacional también corresponde a una fragmentación de la sociedad israelí.

Asimismo, Netanyahu debe responder por el desastre del 7 de octubre. Sólo una comisión de investigación podrá sacar a la luz las alertas no tomadas en cuenta, los análisis ignorados. Pero sabemos que “Bibi” había favorecido la ruptura de la escena política palestina, firmando acuerdos tácitos con Hamás en Gaza. Una vez más, esta responsabilidad se comparte con los altos mandos y las élites israelíes. Un país entero estaba presa del vértigo tecnológico, convencido de su superioridad definitiva sobre las facciones armadas palestinas.

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Hoy, al centrarse en Netanyahu, cuya pérdida de credibilidad ante la opinión pública es espectacular, los expertos occidentales están perdiendo una forma de consenso israelí, en medio del duelo y la ira. Debemos acabar con Hamás, dicen una y otra vez. Sólo esta perspectiva consolida la sociedad actual. Es en esta lógica que el gabinete de guerra –y no solo Netanyahu– toma decisiones operativas.

espíritus perdidos

Esto lleva a la segunda distorsión de la visión: la de la urgencia. Para todo el mundo hoy –fuera de Estados Unidos– la prioridad es poner fin a la carnicería cometida por el ejército en Gaza. Para Israel, el lema “Destruir a Hamás” cubre todo. Confunde objetivos militares legítimos y la satisfacción de un impulso vengativo, tras el trauma del 7 de octubre. Mientras ciertas mentes descarriadas, en Occidente, en el Sur Global o en Medio Oriente, racionalizan estos crímenes de Hamás situándolos en una supuesta » resistencia » palestinos, los israelíes sienten que no tienen otra opción. Para restaurar la seguridad y la disuasión del país, deben extirpar el tumor, incluso si el cuerpo palestino muere.

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