La lucha rusa por la conquista de Mariupol, ciudad simbólica y estratégica


Por Jacques Follorou y Faustine Vincent

Publicado el 21 de mayo de 2022 a las 14:00 – Actualizado el 22 de mayo de 2022 a las 04:27

Pensaron que unos pocos días serían suficientes para derribarla. Los rusos habrán tenido que luchar finalmente casi tres meses para hacerse con el control de la ciudad portuaria ucraniana de Mariupol, un cruce de caminos estratégico situado a orillas del Mar de Azov.

La evacuación, iniciada el 16 de mayo, y la rendición de los combatientes ucranianos replegados dentro del inmenso complejo siderúrgico de Azovstal permitieron a Moscú reclamar, el 20 de mayo, el control de la totalidad de esta ciudad, destruida en un 90%. Objetivo prioritario del presidente ruso Vladimir Putin, la caída de Mariupol constituye una victoria simbólica, luego de muchos reveses observados desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero.

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Después de instar en vano a Occidente a proporcionar a Ucrania «todas las armas necesarias (…) para levantar el sitio de la ciudad, El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, advirtió que «Mariupol sería quizás diez veces peor que Borodianka», una localidad cercana a kiev, escenario de graves abusos durante su ocupación. La ciudad que acaban de conquistar los rusos tenía, antes del inicio de la invasión, cerca de 450.000 habitantes. Según estimaciones oficiales, cerca de 100.000 civiles siguen atrapados en la ciudad portuaria.

Una mujer lava los platos en el maletero de un coche, al pie de un edificio devastado por los bombardeos, en Mariupol (Ucrania), el 8 de mayo de 2022.

Según el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, estas personas están al borde de la inanición, sin agua ni una fuente de calefacción. La ciudad está sumida en un drama humanitario, con cortes de agua corriente, calefacción, electricidad y alimentos.

Los que pudieron huir afirman que los parques de la ciudad se han convertido en cementerios. Los únicos recursos alimentarios los proporcionan a los habitantes las fuerzas rusas, que se comunican sin contar con sus repartos humanitarios al pie de los edificios en ruinas.

Bombardeo del teatro

El horror vivido en Mariupol afectó, sin distinción, a niños, jóvenes, adultos y ancianos. Se dice que al menos 20.000 residentes han perdido la vida. Para el 25 de febrero, las huelgas habían golpeado las vías del tren, prohibiendo a la mayoría de los residentes salir. El frío de finales de febrero y el mes de marzo, entonces -10°C, se sumó a una vida recluida en los sótanos de los edificios donde se amontonaban cientos de personas aterrorizadas, postradas, muchas veces necesitadas de ayuda para moverse. Muchos residentes cocinaban quemando lo que encontraban, a menudo al son de las bombas. Muchos rechazaron las ofertas rusas de abandonar la ciudad en dirección a Donbass o Rusia, otros aceptaron, a menudo bajo coacción, y fueron deportados a Rusia.

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