La noche en que el mayor partido de izquierda de Grecia votó por su nuevo líder, de lo único que se podía hablar era de pizza. Estaba en juego el futuro del partido Syriza, que había dirigido a Grecia al frente de un gobierno de coalición de 2015 a 2019. Cuando llegaron las votaciones el 19 de septiembre, uno de los candidatos, Stefanos Kasselakis, estaba escondido en su sede de campaña. . Durante las semanas anteriores, Kasselakis, antiguo socio y armador de Goldman Sachs, había surgido aparentemente de la nada para convertirse en el favorito, y los periodistas acampaban frente a su oficina. A medida que avanzaba la noche, su equipo pidió pizzas. Kasselakis, joven, guapo, con el pelo cuidadosamente peinado y una camisa abierta en el cuello con las mangas arremangadas, bajó al vestíbulo con su socio, Tyler McBeth, para recoger las tartas en persona. Posteriormente, volvió a repartir unas pizzas a los periodistas.
La prensa se lo comió, no sólo las pizzas, sino también el teatro. A medida que la carrera por el liderazgo avanzaba hacia su conclusión, la historia de la entrega de pizzas estaba en la parte superior de los resultados de búsqueda de Google para el nombre de Kasselakis. El incidente es emblemático de su campaña, que lo catapultó a la escena política de Grecia en cuestión de semanas. Usó su dominio de TikTok, Instagram y X para crear un revuelo inesperado en torno a una carrera por el liderazgo previamente anémica y ascender al nivel más alto de la política griega. Los expertos políticos dicen que este ascenso apunta a un fenómeno nuevo, posiblemente alarmante, en la política europea. Su candidatura eludió el curso normal del debate público, utilizando plataformas de redes sociales para proyectar, e incluso crear, una imagen personalizada mientras dirigía una campaña más parecida al entretenimiento que a la política, evitando sustancia y significado para las herramientas de un influencer digital.
La campaña de Kasselakis comenzó con una vídeo de cuatro minutos y 21 segundos publicado en sus cuentas de redes sociales el 29 de agosto. Mirando directamente a la cámara, contó su historia como un empresario hecho a sí mismo, que regresaba del extranjero para construir una nueva izquierda griega. Hizo un llamamiento a los jóvenes griegos, 220.000 de los cuales se trasladaron a economías más avanzadas durante la crisis económica, y a sus familias, que vieron en él el emigrado exitoso en el que esperan que se conviertan sus hijos, dijo Papachristou. Kasselakis personificó el sueño griego y prometió llevarlo al pueblo. Señaló que sus credenciales incluyen ganar concursos de matemáticas, sus títulos (del alma mater de Donald Trump y Elon Musk, la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania) y su inglés fluido.
Ese día, los hilos de las redes sociales griegas y las mesas de la cena estaban en llamas con la discusión. “¿De dónde vino este tipo? Tal vez sea un títere de la derecha gobernante o de los estadounidenses. ¿Crees que es real? preguntaron mis amigos cuando nos reunimos para ver la superluna de agosto esa noche.
Kasselakis no habló mucho sobre políticas, pero su mensaje resonó en un público cansado de las familias políticas y de la elite gobernante, particularmente la clase naviera, ese pequeño grupo de empresas en su mayoría familiares que conservan una influencia significativa en la vida pública griega. Su oposición, recién salida de sus vacaciones de verano, no tuvo tiempo de responder. Se estima que 40.000 personas se inscribieron para unirse a Syriza después de que Kasselakis anunciara su candidatura.
Antes del lanzamiento, Kasselakis había limpiado cuidadosamente su anterior presencia en las redes sociales, según Panagiotis Papachristou, asesor de comunicaciones estratégicas de la agencia 4Hats en Atenas. Las publicaciones de los amigos de Kasselakis indicaron que había estado activo antes de esta candidatura, pero ninguno de sus contenidos estaba disponible. Sus únicas dos publicaciones restantes en Instagram antes de 2020 son sobre su perro.