En el libro de 2022 del autor Wayne Byrne «Bienvenido a Elm Street: Dentro de las pesadillas del cine y la televisión», Englund señala que «Elm Street» tiene «muchas» connotaciones. Es, por ejemplo, el escenario de los sanos libros para niños Dick y Jane de William S. Gray, que representan «la existencia familiar ideal, muy parecida a lo que aspira la gente de Springwood», reflexiona Englund. También es, añade, el lugar de Dallas, Texas, donde el presidente estadounidense John F. Kennedy fue asesinado a tiros en 1963, lo que representa la oscuridad simbolizada por Freddy.
Para los miembros de la generación de Englund y Craven, el asesinato de JFK marcó el principio del fin del optimismo que caracterizó los movimientos contraculturales y la revolución de mediados del siglo XX. Para ellos fue «el último momento del optimismo estadounidense, fue la pérdida de la inocencia estadounidense, fue nuestra pérdida de confianza y el comienzo de nuestro increíble cinismo», como dice Englund. Entre los asesinatos posteriores de activistas influyentes como Martin Luther King Jr. y Harvey Milk, el prolongado y sangriento final de la guerra de Vietnam, el resurgimiento de los terroristas internos que son el Ku Klux Klan y el surgimiento del conservadurismo moderno con las elecciones de Ronald Reagan, Craven tenía mucha inspiración del mundo real que extraer para la película de terror que revivió su entonces agitada carrera. «Y por eso Pesadilla en Elm Street es realmente la Pesadilla de América», razona Englund.
40 años después, el mensaje de «Pesadilla en Elm Street» se aplica tanto a nuestro infierno actual como al que vivió Craven. Es una película de terror sobre la importancia de resistir el mal personificado por Freddy Krueger. Es posible que los adolescentes de la película no puedan realmente ganar esa batalla, como sugieren los surrealistas momentos finales de la película, pero eso no significa que estén equivocados al contraatacar de todos modos.