Las grandes ciudades en la lucha contra el sobrecalentamiento


Cuando Francia se ahoga de calor, las ciudades se transforman en hornos. En verano, en Lyon, Toulouse o París, se pueden observar diferencias de temperatura de 8°C a 10°C entre los distritos centrales y los de la periferia. Este fenómeno de isla de calor urbano (UHI), como lo llaman los especialistas, se ha convertido en la pesadilla de los funcionarios electos y urbanistas. De todos es conocida la urgencia de las metrópolis por adaptarse al calentamiento global. Si no se hace nada, en 2050, cuando la población sea aún más urbana, cuando el clima de Lyon sea el de Madrid hoy, las ciudades serán inhabitables.

Las ciudades, densas y demasiado minerales, acumulan minusvalías. Las carreteras y los edificios, por su color oscuro y su carácter impermeable, almacenan calor durante el día y lo liberan por la noche cuando los cuerpos necesitan descansar. Además de los edificios, hay tráfico de automóviles, actividad industrial y aire acondicionado, que calientan aún más el aire. INSEE enumera 774 ciudades densas en Francia, es decir, al menos “25,5 millones de personas especialmente afectadas por las islas de calor urbanas”calcula Vivian Dépoues, directora de proyectos de adaptación al cambio climático del Instituto de Economía del Clima (I4CE).

Lejos de ser una simple molestia, este sobrecalentamiento es un verdadero problema de salud pública. La ola de calor de 2003, que causó 15.000 muertes, demostró que estas condiciones extremas pueden provocar golpes de calor y deshidratación que llevan a la muerte a las personas más vulnerables. París había registrado entonces un exceso de mortalidad del 141% frente al 40% en las zonas rurales.

El costo sigue siendo una barrera

Plantar árboles en el suelo siempre se ha presentado como la solución reina. Las plantas no solo limitan los rayos del sol y, a través de un fenómeno de evapotranspiración, juegan un papel real como acondicionadores de aire. Justo al otro lado de la calle, una hilera de plátanos o sophoras japonesas baja la temperatura entre 2 y 3 grados. Pero el terreno abierto no es posible en todas partes y la cuestión financiera sigue siendo un freno: la construcción de oficinas vale la pena, el desarrollo de un parque urbano cuesta. La promesa hecha por el Gobierno, el martes 14 de junio, de crear un fondo de 500 millones de euros para ayudar a las comunidades a renaturalizar sus centros urbanos -aún no se han concretado los plazos- podría, por tanto, acelerar determinados proyectos.

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Los grandes parques sombreados, cuyo frescor se extiende varios cientos de metros, son obviamente los mejores frigoríficos. Pero los estudios demuestran que una sucesión de pequeños parques de una hectárea o menos permite respirar tanto como en Berlín o Copenhague. El lugar existe, asegura Marc Barra, ecologista de la agencia regional de biodiversidad de Ile-de-France. «después, es una voluntad política». La ciudad de Estrasburgo ha encargado un inventario de espacios no construidos precisamente para identificar los “islas de frescura” al santuario. En Ile-de-France, investigadores del Instituto de la Región de París (IPR) se preparan para enviar a los funcionarios electos un mapa de áreas vulnerables en el que han identificado espacios (aparcamientos, patios de escuelas, patios de edificios) con un potencial real de renaturalización.

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