Los niños pequeños que muestran síntomas del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) corren un mayor riesgo de aislarse más adelante en su infancia, según ha revelado una investigación.
Un estudio del King’s College London analizó las observaciones de madres y maestros sobre la interacción social de los niños con síntomas de hiperactividad, impulsividad e inatención.
La investigación encontró que los niños con estos síntomas tenían más probabilidades de ser rechazados por sus compañeros o de retirarse de situaciones sociales, aislándolos de otros niños.
Los expertos creen que se debe a que mostrarían conductas disruptivas como saltarse una cola, interrumpir conversaciones, irse por la tangente o hablar solo de temas de su propio interés.
“Podría ser que la gente los rechace, no quieran jugar con ellos o no quieran entablar amistad con ellos”, dijo a Standard la profesora del King’s College Louise Arseneault, autora del estudio.
“Pero también podría ser que los niños con esos síntomas se sientan frustrados porque los niños no entienden su comportamiento y se alejan de ese tipo de relaciones sociales”.
El aislamiento social fue más evidente en los informes de los maestros sobre los niños hiperactivos en el entorno escolar, encontró el estudio. Las interacciones negativas con sus compañeros llevan a los niños con TDAH a volverse “retraídos, rechazados, solitarios y aislados”, sintiéndose incomprendidos y siendo víctimas del acoso escolar.
Los niños aislados tienen menos oportunidades de aprender de otros niños, y esto podría empeorar los síntomas del niño, creando un “círculo de refuerzo negativo en el que es más difícil entablar amistades”, dijo el estudio.
La Sra. Arseneault explicó: “Los síntomas del TDAH pueden dificultar el registro de señales sociales y el establecimiento de amistades. Estas dificultades sociales pueden ser perjudiciales para muchas formas de salud”. La investigación recomendó que los maestros traten de animar a otros estudiantes a incluir niños con TDAH.
El estudio, dirigido por el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia, utilizó datos de 2232 niños británicos de cinco, siete, 10 y 12 años.