«Por mucho que se restablezca el control sobre los mercenarios de Wagner, este caso no quedará sin consecuencias»


Il increíble asunto del grupo armado Wagner y su fundador oponiéndose al mando militar, cualquiera que sea su desarrollo futuro, es a la vez un síntoma y una nueva etapa en la rápida evolución del régimen político ruso. Desde febrero de 2022 y la decisión de invadir Ucrania, el sistema político ruso ha seguido cambiando, durante y a través de la guerra.

Durante las dos décadas que precedieron a la invasión de Ucrania, el Kremlin había trabajado para construir un régimen autoritario personalista que se basaba en tres resortes.

El primero es la disponibilidad de abundantes recursos provenientes de la explotación de materias primas, cuyos productos eran -desigualmente- distribuidos tanto a las élites como a la población a cambio de su lealtad.

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El segundo resorte se debió al carácter personal y vertical de los lazos de lealtad a través de los cuales se organizaba la distribución de estos recursos, incluidos los lugares de poder. Si hemos hablado de “putinismo”, es porque Vladimir Putin jugó un papel clave en la cúspide de esta pirámide de lealtad. Cada actor en el sistema, sin embargo, debía su lugar a un benefactor en el piso superior y él mismo era un proveedor de recursos. En este contexto, la corrupción no era una deriva, sino una forma rutinaria de acceder y administrar los recursos.

Sistema político destrozado

Tercer pilar, las promesas de prosperidad y estabilidad fueron los valores sobre los que el poder basó su legitimidad ante las élites y la población: para las élites el enriquecimiento, para los rusos de a pie la previsibilidad del mañana. Este tipo de contrato social entre el poder ruso y la sociedad ha sido descrito como un “laissez-faire mutuo”. A partir de 2014 y la anexión de Crimea, la retórica de Rusia «fortaleza sitiada» por Occidente dio un tono más oscuro e ideológico al discurso del poder, sin que jamás se le pidiera a la sociedad que tomara medidas contra un enemigo: dejar que las autoridades hicieran lo que seguía siendo la consigna central.

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Desde los primeros meses de la guerra, este sistema político fue sacudido de varias formas.

Primero, la dimensión personal y vertical del poder y la lealtad se ha acentuado considerablemente en la cúpula del Estado. Los comienzos de la guerra también vieron un cambio en el centro de gravedad de la toma de decisiones políticas. Los ministerios e instituciones civiles tuvieron que someterse a las prioridades de las instituciones militares y los objetivos de guerra. Si las administraciones, las autoridades financieras o incluso los gobernadores regionales continuaban dirigiendo el país, los intereses de su sector pasaban a considerarse secundarios frente al esfuerzo bélico.

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