“Por primera vez, toda la Unión Europea ha dado marcha atrás en materia de medio ambiente”


ll paciente desenmarañamiento, luego el sorpresivo rechazo por parte del Parlamento de Estrasburgo del reglamento europeo sobre pesticidas (SUR) marcan probablemente el fin de una era, la conclusión de lo que ha constituido, durante las últimas tres décadas, una especie de evidencia. A lo largo de este período que termina, la Unión Europea ha garantizado en general una mejora casi constante en la preservación del medio ambiente y de la salud, mediante la construcción de normas comunitarias y la introducción en los derechos nacionales de numerosos instrumentos para la protección de la naturaleza y la salud pública.

Los descontentos pueden considerar que algunas cuestiones siguen estancadas, que este movimiento ha sido lento, pusilánime y a veces caótico, que ha sido contradictorio con otras políticas aplicadas por la Unión (pensemos en la política de bienes comunes agrícolas o en los acuerdos de libre comercio): el hecho es que que hasta ahora el rumbo ha estado marcado generalmente por el estado de los conocimientos científicos y la búsqueda del interés general. También es notable observar que a pesar de las luchas internas dentro de la tecnocracia de Bruselas, la voluntad a menudo vacilante de los Estados y el cambio de color político del Parlamento, el objetivo de proteger el medio ambiente siempre ha prevalecido más o menos.

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Ese tiempo se acabó. El torpedeo del proyecto de restauración de la naturaleza, el aplazamiento indefinido de la reforma de la normativa sobre productos químicos, la reautorización del glifosato durante una década, la votación de un reglamento sobre envases con exenciones y, finalmente, el rechazo del reglamento SUR son aún más significativos porque llegan al final de una legislatura cuyo pilar sería el Pacto Verde, como había prometido en 2019 la presidenta de la Comisión, Ursula, von der Leyen.

Batalla de enmiendas

Los planetas se han alineado según otro eje: en el seno de la Comisión, las direcciones generales más hostiles al medio ambiente han tomado el control, la mayoría de los Estados miembros han aminorado el ritmo y el Parlamento se ha dejado dominar por la extrema derecha. Por primera vez, toda la Unión Europea –instituciones y Estados miembros– ha comenzado a invertir el rumbo en materia de medio ambiente.

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El destino del proyecto de reglamento SUR lo demuestra claramente. El texto, que pretendía en particular reducir a la mitad el uso de pesticidas de aquí a 2030, quedó inmediatamente obsoleto por una decisión técnica de la Comisión. El principal indicador de cambio en el uso de pesticidas elegido por Bruselas no fue más que una grave manipulación, hasta el punto de que la Agencia Federal Alemana de Medio Ambiente (UBA) consideró necesario alertar, a través de un comunicado de prensa, de que el método de cálculo en cuestión era «engañoso»probablemente indique “un descenso que no se daría en el campo”.

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