Dirigida por Jon S. Baird, la película tiene éxito al tomar lo absurdo y los locos giros y vueltas de la historia y unirlos con un puro amor por los juegos, los logros, los rompecabezas y los obstáculos. De hecho, el guión de Noah Pink emplea un dispositivo de encuadre gamificado, presentando a los personajes principales con apuestas para obtener los derechos del juego como jugadores reales de videojuegos; además de Henk, están Robert Maxwell y su hijo Kevin, dos ricos, estúpidos, despiadados, y detestables hombres de negocios de Londres, y también Robert Stein, quien originalmente compró los derechos pero ahora se encuentra en un aprieto burocrático. Asimismo, se presentan segmentos de la historia como niveles a superar, como un político codicioso que ve el fin del comunismo y quiere salvarse y ganar unos cuantos dólares en el camino.
Baird toma los elementos del videojuego y literalmente los convierte en píxeles, a veces uniendo la acción en vivo con la animación para hacer realidad un juego, como una persecución de autos con autos de 8 bits. Esto ayuda a vender la idea de que se trata de una versión mejorada de la historia, pero también la convierte en una historia entretenida y convincente de los desvalidos, incluso si ese desvalido trabaja para la compañía de juegos más poderosa de la época.