Frank es el personaje central de todo: el fundador y líder de Victory, cuya visión impulsa la vida cotidiana de todos los residentes del pueblo. Inicialmente, la película posiciona a Frank como una figura distante y casi intangible. Es el hombre en la cima de la montaña, solo accesible en breves destellos. Eventualmente, sin embargo, Frank se convierte en el oponente directo de Alice en el juego del gato y el ratón en el que se convierte su vida.
Es un personaje más grande que la vida que requiere una actuación más grande que la vida. Sin embargo, lo que pasa con el trabajo de Chris Pine es que, si bien canta absolutamente cuando está a la altura de las circunstancias, no siempre alcanza esos máximos. Aquí, Pine es una especie de elección de casting en contra del tipo. Ha hecho carrera interpretando a hombres comunes que, a pesar de su carisma, se sienten accesibles, comprensibles y vulnerables. Frank conserva ese encanto, pero se le pide a Pine que lo llene de peligro y misterio.
Hay momentos en la película que se sienten como ver un nuevo lado de Pine revelarse en tiempo real; ¿Quién sabía que su sonrisa podía ser tan aterradora o sus primeros planos tan amenazantes? Pero también hay momentos en los que la apuesta no funciona del todo, como el discurso de Frank en su casa, que se parece más a las divagaciones de un jefe de departamento que a la presentación de un archienemigo poderoso. Inconsistencia es la palabra aquí: a pesar de todo el factor sorpresa de la actuación de Pine, Frank no siempre se siente como un hombre que podría inspirar una devoción febril y similar a la de un culto. Pero en las escenas donde lo hace? Uf.