El régimen del Kremlin no está interesado sólo en conquistar unas pocas zonas. Quiere asegurar su poder y por eso está convirtiendo sistemáticamente a Rusia en un Estado militar. Occidente podría pagar un alto precio por su ceguera.
La televisión estatal rusa ha sido durante mucho tiempo una cámara de horrores, odio y belicismo. Pero últimamente los tambores de la propaganda suenan aún más fuerte de lo habitual: los “expertos” traídos al estudio se superan con maldiciones primitivas dirigidas a Ucrania y Occidente. La gente amenaza tranquilamente con destruir la capital, Kiev, o incinerar a países enteros de la OTAN con bombas atómicas. El público puede preguntarse quiénes serán los siguientes tanques rusos en ser invadidos: los bálticos o los polacos, hasta que comience la tan esperada «desnazificación» de Berlín.