COMENTARIO – La danza de los huevos en torno a la prohibición de Hamás: si Suiza no resuelve pronto esta delicada tarea, volverá a caer en un callejón sin salida en política exterior


Mientras que Hamás figura desde hace años en las listas terroristas de la UE y de los EE.UU., Suiza recién ahora está reaccionando. Una vez más queda claro que retirarse al papel de mediador neutral ya no funciona.

Una prohibición de Hamás no significaría un cambio de paradigma para la política exterior suiza. Nubes de humo sobre Gaza, tomada el 7 de octubre.

Mohamed Salem/Reuters

Se sabe desde hace años que Hamás es una organización terrorista cuyo objetivo es nada menos que la destrucción del Estado de Israel. Pero sólo los ataques sin precedentes del 7 de octubre, que dejaron cientos de muertos, parecieron haber hecho que Suiza tomara conciencia de esta realidad. Ahora, representantes de todos los bandos piden de repente que se clasifique a Hamás como organización terrorista.

La Comisión de Política de Seguridad del Consejo Nacional incluso aprobó por unanimidad tal exigencia el martes. Hasta ahora, la Suiza oficial se ha opuesto sistemáticamente a una prohibición, entre otras cosas porque podría poner en peligro los buenos oficios y el papel mediador de Suiza en la región. Un argumento que se ha convertido en una frase hueca a más tardar desde el pasado sábado.

Maniobrado hacia un callejón sin salida

Mientras Hamás figura desde hace años en las listas terroristas de la UE y de los EE.UU., Suiza vuelve a ir retrasada. La Ley del Servicio de Inteligencia (NDG) tiene una redacción tan estricta que actualmente no es posible clasificar a Hamás como organización terrorista: según la NDG, el Consejo Federal sólo puede prohibir una organización si está en la lista de sanciones correspondiente de las Naciones Unidas.

Por lo tanto, la actual lista terrorista suiza sólo incluye a Al Qaeda, el llamado Estado Islámico (EI) y organizaciones relacionadas. El Parlamento ha debatido la disposición legal pertinente al menos cuatro veces en los últimos ocho años sin ningún movimiento al respecto. La última vez que el parlamento rechazó una prohibición de Hamás fue hace un buen año, con una clara mayoría. Después de los atentados del sábado, la decisión parece un desprecio por nuestros propios valores.

Y no es la primera vez que Suiza se encuentra en un callejón sin salida con su propia legislación. Después del ataque ruso a Ucrania, fueron las disposiciones excesivamente restrictivas sobre las exportaciones de armas las que restringieron innecesariamente el margen de maniobra en política exterior. Hasta el día de hoy, la Ley de Exportación de Material de Guerra imposibilita que países como Alemania o España traspasen armas y municiones de origen suizo a Ucrania. Y hasta el día de hoy el dilema sigue sin resolverse.

La corrección de rumbo de última hora no es suficiente

A pesar de la fuerte presión, no está nada claro si Hamás podrá ser clasificado más rápida y fácilmente como organización terrorista. Se espera que el Consejo Federal aborde esta cuestión el miércoles. Si se da un giro de 180 grados, el apoyo personal y financiero a Hamás en Suiza podría volver a ser procesado por la Fiscalía Federal. Por último, pero no menos importante, esto también podría significar una mejor divulgación de los flujos financieros.

Pero no hay que malinterpretar esta prohibición: la ley sobre servicios de inteligencia afecta principalmente a la seguridad interior y exterior de Suiza. Una prohibición de Hamás no significaría en sí misma un cambio de paradigma en política exterior. Al mismo tiempo, surgirían preguntas complementarias de gran alcance. ¿Cómo debería abordar Suiza el PKK o los Tigres Tamiles? Por ejemplo, estas dos y una veintena más de organizaciones están en la Lista de terroristas de la UE.

Si los políticos realmente quieren endurecer su postura hacia Hamás, pronto tendrá que ser algo más que una simple corrección forzada del rumbo en el último minuto. El papel de Suiza en el mundo vuelve a ser objeto de debate. Los ataques del terrorista Hamás contra el Israel democrático lo demuestran una vez más: la rutinaria retirada a la posición de mediador neutral se vuelve menos efectiva cuanto más se prolonga.



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