Cynthia Fleury: “Nuestras sociedades se han convertido en fábricas sistémicas de situaciones indignas”


En su nuevo ensayo, La Clínica de la Dignidad (Umbral, colección «La cuenta atrás», 224 páginas, 19,50 euros), Cynthia Fleury, fundadora de la primera cátedra de filosofía del hospital, advierte de la banalización de la «indignidad ordinaria» y pide ir más allá de la indignación para reconstruir una política de dignidad.

Describe una nueva sensibilidad cívica hacia la dignidad. ¿Cómo se expresa?

Las exigencias de dignidad federan hoy incluso más que las de igualdad y libertad. Lo vemos en los movimientos de los “chalecos amarillos”, Black Lives Matter contra el racismo, #metoo contra la violencia sexual o en las marchas del orgullo LGBTQIA+. No sólo expresan una demanda de reconocimiento, sino que reclaman el mismo valor de las vidas humanas, incluidas las definidas por el estigma. Debido a que a menudo están excluidos de un mundo mayoritario que se les ha vendido como universal, estos hombres y mujeres exigen desde el principio el respeto incondicional debido a los individuos.

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La revendication de la dignité est aussi au cœur des discours des soignants et des débats sur la fin de vie, où elle apparaît comme la garante ultime des conditions matérielles du soin mais aussi du respect du désir et de la liberté que chaque individu veut exercer jusqu ‘a la muerte. El miedo a “caer” algún día en una situación de indignidad –o ser juzgado como tal– es antiguo. Pero una nueva ansiedad está cada vez más presente en nuestras sociedades occidentales: la de verse obligados a comportarse de manera indigna con los demás, porque el sistema ya no permite hacer lo contrario. Se encuentra, por ejemplo, en hijos de padres ancianos que temen “comportarse mal” al internarlos en un asilo de ancianos.

Las instituciones que garantizan los derechos y la dignidad de las personas –hospitales, justicia, escuelas, etc. – están paradójicamente en la primera línea de estas denuncias…

No es una coincidencia. Desde finales del XXmi En este siglo que desentrañamos conscientemente el funcionamiento de nuestros servicios públicos, nuestras sociedades se han convertido en fábricas sistémicas de nuevas formas de situaciones indignas. Cuidadores, magistrados, trabajadores sociales, guardias penitenciarios son muchos para decir “Ya no pueden hacer su trabajo con dignidad”. Mientras participan en estas instituciones para acompañar a las personas en la dura prueba, se ven llevados, por falta de tiempo y de medios, a participar en situaciones indignas. Ellos dan testimonio de lo mismo. “sufrimiento ético”este sentimiento de participar en un sistema de engañados donde no queda más remedio que sentirse mal o renunciar a la empatía.

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